domingo, 24 de abril de 2011
Celebran el Mochitlán la promulgación del Plan del Zapote
Ofrenda de honor a don Anselmo Bello
*Fue el primer movimiento que desconoció al régimen de Porfirio Díaz, y lo impulsó el terrateniente Anselmo Bello
El subsecretario de desarrollo Económico, Miguel García Malpica, encabezó la ceremonia del 110 aniversario del Plan del Zapote, promulgado en el municipio de Mochitlán en 1901. En el evento estuvo presente el presidente municipal de Mochitlán, Oscar Alberto López Sánchez, y autoridades municipales, quienes colocaron una ofrenda floral a Don Anselmo Bello promulgador el plan.
El escritor guerrerense Mauricio Leyva Castrejón rescató del olvido un hecho histórico que a la luz de las conmemoraciones de 2010, cobra particular importancia. Se trata del primer movimiento que desconoció el régimen de Porfirio Díaz, el cual marcó una línea de continuidad que años después desembocó en la Revolución Mexicana y que hoy encuentra resonancia en la novela histórica El Plan del Zapote: la primera rebelión del siglo XX.
Para Mauricio Leyva, el Plan del Zapote constituye un antecedente importante del movimiento armado de 1910, en dos vertientes fundamentales: la primera, ser formalmente el primer levantamiento que desconoce al gobierno de Porfirio Díaz; la segunda, que su esencia parte no de un hombre oprimido por las desigualdades en su persona, sino de un acaudalado que consideró que la situación de los mexicanos no era equitativa, Anselmo Bello.
Indicó que el manifiesto dado a conocer el 21 de abril de 1901, toma ese nombre por haber sido firmado al pie de un árbol de zapote prieto en el municipio de Mochitlán, Guerrero. Bajo su sombra, Bello reunió a los trabajadores de su extensa tierra –más de 400 hectáreas, así como a un grupo de jóvenes abogados y escritores que no coincidían con un gobierno dictatorial como el que representaba Porfirio Díaz.
La esencia del Plan de El Zapote se sustenta en dos ejes fundamentales: el reparto agrario y la no reelección. Y en opinión de Mauricio Leyva, se trató de un movimiento de corte intelectual e ideológico, apoyado desde el centro del país por los hermanos Flores Magón y El Hijo del Ahuizote con Daniel Cabrera, que llegó al uso de las armas como último recurso para ver cumplidas sus demandas.
Relató que la lucha de estos jóvenes de 18 o 19 años, comenzó en 1898, a través de la prensa escrita, con una propuesta más intelectual que militar. En ese espacio de dos años ocurrió la muerte de Diego Álvarez, principal cacique político del estado, la de Vicente Jiménez con quien había vivido en pugna, y también la de Canuto Neri, tercero en importancia, lo que dejó a la población en la orfandad política.
“No había una imagen que frenara las políticas atroces que aplicaba el gobierno de Díaz. De cara a las elecciones para gobernador de 1900 y ante el hecho de que hasta entonces ninguno de los gobernantes había nacido en Guerrero y por ello se ausentaban por largos periodos, decidieron postular a Rafael Castillo Calderón como candidato de la sociedad civil”, puntualizó.
A decir de Leyva Castrejón, la autoridad municipal de entonces redactó una carta al presidente Díaz en la que lo alertaba de una “insurrección”. Para reprimirla, Díaz envió al teniente coronel Victoriano Huerta para perseguir a Anselmo Bello, quien incluso utilizó el recurso fallido de la denuncia alentada por una recompensa de 20 mil pesos.
Ayudado por Eucaria Apreza, quien en la ciudad de Chilapa se sumó a la lucha, el antiguo terrateniente salió de Guerrero con rumbo a Estados Unidos, para después regresar a Durango, donde cambió de nombre, se casó y puso a su descendiente el nombre de Porfirio, a fin de borrar cualquier indicio de su paradero.
Comentó que el suceso cobró tal importancia que Porfirio Díaz, aunque sabía que militarmente no podían hacer mucho. sí podía alcanzar una resonancia política, por lo que envió a Victoriano Huerta para controlar y tener vigiladas las elecciones en las que impuso a otro candidato. Ante ello y como una manifestación de hartazgo, la población decide levantarse en armas y Huerta, a manera de escarmiento, fusila a más de 50 inocentes, acción que le permite alcanzar el grado de general y catapulta su fama como sanguinario.
Leyva indicó que los principales actores del plan lograron huir, a excepción de Eusebio Santamaría Almonte, bisnieto de José María Morelos, quien quería mantener el movimiento armado. Acosado, logró refugiarse en Iguala, en la casa de su amigo Elías Ramírez, pero al poco tiempo fueron aprehendidos y fusilados. Ellos, fueron los únicos rebeldes que perdieron la vida, además de los 50 inocentes fusilados.
A partir de entonces, explicó el poeta y novelista, se dio una línea de continuidad que no se rompería. Nueve años después, los hombres y mujeres que tomaron parte en el movimiento, participarían activamente en la Revolución en el sur del país: Salustio Carrasco, Eucaria Apreza, la familia de Anselmo Bello (de quien se perdió el rastro en 1921), Julián Blanco, todos descollan y tienen un papel fundamental; curiosamente el único que terminó sirviendo a Huerta fue el candidato y promotor del movimiento, Rafael Castillo Calderón.
El autor detalló que decidió escribir el libro a manera de novela, por un interés personal de presentar la historia de forma distinta, no tan académica, con el fin de darle mayor agilidad. Sin embargo, aclaró que todo está apegado a la realidad y que únicamente echó mano de la creatividad literaria para recrear el contexto y el entorno.
Mauricio Leyva es egresado de la Unidad Académica de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero y tiene estudios de Creación Literaria por la Universidad del Claustro de Sor Juana en la Ciudad de México.
Ha publicado los poemarios Hojas secas y A tabaco y café, así como en alguna antologías. Ha incursionado en la dramaturgia, terreno en el que escribió la obra Sentimientos de la Nación.
El libro El Plan del Zapote: la primera rebelión del siglo XX publicado por el Conaculta y el gobierno del estado de Guerrero, a través del Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artísticos (PECDA), a escasos dos meses de su puesta en circulación agotó ya su primera edición y de acuerdo con el autor, en breve podría ser reeditado.
Cortesía del portal El MEXICANO
Suplemento vida y Sociedad, en El Faro de la Costa Chica, 22 de abril de 2011
Ninfa Mendoza de Albarrán, Directora del Museo de la Bandera
IGUALA, Gro., domingo 24 de abril de 2011
La entrevista del domingo
Ninfa Mendoza de Albarrán
Directora del Museo de la Bandera
Por Edmundo Santana
(Segunda y Última Parte)
Iguala, Gro., Abril 24.- En la primera parte de la presente entrevista a la maestra Ninfa Mendoza de Albarrán publicada hace ocho días, quedó para la historia la reseña de la transformación que en seis años ha tenido el Museo de la Bandera y Santuario a la Patria, quedando de manifiesto la importante labor que la maestra Ninfa ha desarrollado como directora de este recinto cultural, que a base de andar tocando puertas para “vestir” este espacio, se han logrado interesantes avances en la restauración de este histórico inmueble.
La maestra Ninfa Mendoza de Albarrán, nos platicó con lujo de detalles cómo fue logrando este cambio en sus dos primeras etapas correspondientes a las dos salas dedicadas, una a la Independencia de México y la otra a la Revolución Mexicana.
Nos relató los apoyos importantes con los que ha contado y los pasos que ha dado para la realización de ésta brillante tarea, que terminará seguramente con la conclusión de la tercera etapa de restauración que está a punto de iniciarse.
Mencionó las instancias a las que se acercó para conseguir réplicas de Pendones y Banderas, armas usadas correspondientes a los movimientos que se han dado en México, en fin, toda una serie de situaciones vividas para darle a Iguala, su ciudad adoptiva, un Museo y Santuario digno de admirarse, digno de la Cuna de nuestra Bandera, confeccionada en 1821.
-Maestra Ninfa, ¿cómo logró la información y confirmación de la veracidad de las banderas y de todas las piezas históricas que están en exhibición en este Museo y Santuario?
- Los Museos cuentan con investigadores que se encargan de hacer el guión histórico y de acuerdo a este guión, va la museografía. Los trajes, las banderas, las espadas, las armas de aquella época, todo absolutamente está basado en el estudio de los investigadores. Mire, por ejemplo, me gustaría conseguir esos azadones que el campesino usaba, los rastrillos con que se jala la hierba o zacate con que alimentaban a los animales en las haciendas de aquel entonces, porque esas fueron las armas que los hombres que se unieron a Hidalgo en el movimiento de Independencia, llevaban para enfrentarse al ejército del gobierno español. Machetes, palos a los que les sacaban punta, garrotes y unos cuantos rifles. Esas eran las armas que los investigadores vanaprovechan para integrar el guión histórico.
En las vitrinas no van a estar todas las banderas. Cuando llegué al Museo encontré dos juegos de banderas, pero son muchas más; en exhibición están sólo 17, ¿por qué?; es que de acuerdo al guión histórico sólo se contemplaba colocar las banderas que representaran una etapa importante en la historia de México y es que cada regimiento que participó en la Independencia, se mandaba hacer su propia bandera, aunque no eran representativas. Por cierto, la Bandera Trigarante ya la vamos a meter a la vitrina general en donde está la colección de banderas.
-Maestra, pasemos ahora a la tercera etapa. ¿Qué comprende ésta?
-Estamos terminando el proyecto de la segunda etapa y ya estoy elaborando el de la tercera, con lo que cerraré el ciclo de restauración y acervo cívico-cultural, que es nada menos, el Santuario a la Patria, verdadero corazón de este recinto, así lo considero sin temos a equivocarme. Para ello, convoqué a los historiadores del Consejo de la Crónica Municipal, a los arquitectos, a los museógrafos y a los investigadores, a Víctor Hugo Jaso, director del Museo del Fuerte de San Diego, quien vino con todo su equipo de colaboradores; les presenté mis ideas y ellos propusieron y las enriquecieron. Después de esto, elaboramos el proyecto y lo entregué al diputado federal de este distrito, Esteban Albarrán Mendoza -mi hijo-, para que tuviera una base con el fin de lograr etiquetar el recurso en la Cámara de Diputados. De esta manera, Esteban logra que para la tercera etapa de restauración, la Cámara autorizara a la Secretaría de Hacienda a través de Conaculta, otorgar al Museo de la Bandera la cantidad de 2 millones de pesos que serán única y exclusivamente para la restauración del Santuario a la Patria. Por otra parte, como usted ve, se están restaurando también en este momento los dos escenariosrios, los vestidores y aunque al recibir la responsabilidad del Museo de la Bandera, le hice algunos arreglos al que se le llamaba Auditorio “A”, al cual le impusimos el nombre de “Vicente Guerrero”, le cambié el piso que era de cemento firme y le puse loseta, cuyos gastos materiales corrieron a cargo del profesor Jorge Albarrán Jaramillo, mi esposo, y del entonces diputado local por Iguala, Esteban Albarrán Mendoza. Con mi sueldo, pagué la mano de obra. Bien, esta remodelación no está incluida en la tercera etapa, aquí hago un paréntesis para platicarle del recurso que conseguí para los dos escenarios. En el año 2010, el Gobierno del Estado de Guerrero me distinguió con la condecoración “Vicente Guerrero”, máxima presea que otorga el gobernador en turno con motivo del Aniversario de la Erección del Estado de Guerrero, después de que un jurado integrado por eruditos de la cultura en la entidad, analizó mi actuación, decidió entregármela, según reza la convocatoria “Por su conducta o trayectoria ejemplar, actos relevantes e históricos en beneficio del estado de Guerrero” y según palabras del gobernador Torreblanca Galindo “un reconocimiento por su labor en el Museo de la Bandera...”. En el marco de esta celebración, se han instituido premios al mérito civil a distintos personajes de la entidad y también del extranjero que hayan realizado una actividad en beneficio de Guerrero. Pues bien, con este motivo fui nominada para recibir una de estas condecoraciones. La más importante es la medalla “Vicente Guerrero”, la segunda es la “Juan Álvarez” y la tercera es la “Ignacio Manuel Altamirano”. Para mi sorpresa y satisfacción, el jurado me asignó la condecoración “Vicente Guerrero”, presea que me llena de alegría y orgullo porque yo tomé el trabajo del Museo con mucho entusiasmo, empeño e interés por transformarlo, en una palabra, con mucho amor porque se trata del Museo de Iguala, la ciudad a la que quiero tanto porque en ella hice mis estudios de primaria y secundaria y no sólo eso, aquí recibí mi título de profesora de educación primaria, aquí me formé y aquí vivo actualmente con mi familia, entonces, es una forma de retribuirle lo que a mi familia y a mí nos ha dado esta ciudad. Para esta asignación me pidieron que reuniera y enviara todos los reconocimientos que he recibido de las diferentes instituciones educativas, grupos culturales, grupos sociales, inclusive militares, en fin, toda clase de reconocimientos que conservo a través de este tiempo (seis años). Me hablan para darme a conocer el veredicto del jurado, lo que me llenó de orgullo y me siento alagada por ello; pero además, de asignarme la medalla “Vicente Guerrero”, me eligen para ser la persona que pronuncie las palabras a nombre de todos los galardonados. El 27 de Octubre del año 2010 nos vamos a casa Guerrero, me acompañaron mis hijos de los que no tenía la seguridad que estuviesen conmigo por la distancia y por sus actividades que tienen, mis amistades a quienes también invité y que por la misma situación no pudieron estar conmigo. Vino de México una amiga muy querida por mí a quien le dio mucho gusto el hecho de haber compartido con ella este merecimiento; yo estaba feliz porque estaban conmigo mis cuatro hijos, mis nueras, mi yerno, algunos nietos y desde luego, mi esposo, Jorge, quien me ha apoyado en todo y también me ha asesorado. Perdone maestro Mundo el haber hecho la remembranza de todo esto, pero lo hice porque aprovechando esta ocasión, en mi discurso incluí la solicitud pública al gobernador delante de tantos testigos, la de un apoyo económico para emplearlo en los esecenarios del Museo y Santuario. Al terminar la ceremonia y después de haber escuchado el discurso del señor gobernador Zeferino Torreblanca Galindo en donde hace alusión a mi persona (ya nos conocíamos por las relaciones que existían y existen con mi esposo Jorge y mi hijo Esteban), y al por qué me hice acreedora de la máxima presea “Vicente Guerrero”, me aborda el secretario de Obras Públicas, el arquitecto Torres Madrid y me dice que tenía instrucciones del señor gobernador de atender mi petición y me pregunta que cuándo me podría visitar, a lo que le respondí que cuando él me lo indicara lo recibiría con gusto en el Museo de la Bandera. Después de eso hubo un convivio que disfrutamos y nos regresamos felices de la vida, unos a Iguala, otros a México y Esteban se fue a Acapulco en donde tenía una reunión.
-Le voy a hacer una pregunta maestra. Por la trayectoria que usted ha llevado en el Museo de la Bandera y Santuario a la Patria, ha rebasado la figura pública que tiene su esposo Jorge Albarrán Jaramillo, ¿no hay peligro de que se ponga celoso por ello?
-Para nada, al contrario. El se siente muy orgulloso de mis logros, él es mi apoyo sin él quizá no hubiese logrado todo lo que he proyectado, lo que me he propuesto. Habla mi trabajo por mí y la gente me tiene confianza, pero se necesitan también relaciones y Jorge, mi esposo, las tiene. Él ha sido muy comprensivo al permitirme que yo disponga del tiempo necesario para que pueda desempeñar estas actividades en beneficio del Museo. Está convencido de que estoy en el mejor lugar para desarrollar mis ideas. Él me impulsa, me da ideas, me apoya y me relaciona con personas que me pueden ayudar a alcanzar las metas que tengo sobre el Museo. Además, él también es una gente valiosa, pues debo decirle que en el año 2008 se hizo acreedor de la condecoración “Juan Alvarez”, “Por sus méritos de servicios prestados a favor del estado de Guerrero y de sus habitantes”, con motivo del 159 Aniversario de la Erección del Estado de Guerrero, dicho en otras palabras, esta presea la obtuvo por los 400 jardines de niños, 450 escuelas primarias, 77 escuelas secundarias y 2 bachilleratos pedagógicos que creó durante su administración como Director General de Servicios Coordinados de Educación Pública en el Estado de Guerrero, que hoy se llama Secretaría de Educación (SEG). Él fue diputado local y por una iniciativa que presentó, se inscribieron con “letras de oro” los nombres de los héroes guerrerenses en los muros del recinto oficial del Congreso del Estado; como periodista también ha destacado, pues cuando trabajó en México en varios periódicos importantes, lo mandaron como enviado especial a cubrir destacadas e interesantes informaciones a distintos países del mundo y esto no lo hacen con todos, sólo con los que destacan en el oficio del periodismo, en fin, también tiene sus méritos y yo diría: muchos. .
-Bueno, volvamos al Santuario. ¿Qué pasó con el arquitecto Torres Madrid?
- Llega a Iguala y le enseño las áreas que deseo remodelar. Mi idea es de que el escenario hoy llamado “Vicente Guerrero” tenga ya el sistema profesional en toda su forma. Se queda pensativo y con toda honestidad me dice: “Maestra, eso sale muy caro y no traigo ese presupuesto, pero le vamos a remodelar las partes que son claves para un buen funcionamiento de los dos foros”. Me acompañaban en ese momento el arquitecto Juan García Ocampo y el arquitecto Eduardo Gama, éste último venía acompañado de otro arquitecto de nombre Samue. Total que me escucharon con todo respeto los arquitectos y empezaron a tomar forma las ideas que les iba sugiriendo. Por cierto, ellos ya se conocían porque me platicaron que cuando García y Gama eran pasantes o recién titulados, no recuerdo, llegaron a trabajar al despacho precisamente de Torres Madrid; esto me dio una seguridad y confianza de que las cosas iban por buen camino. Ya puestos de acuerdo me preguntó que quién iba a ser el responsable porque los recursos se manejarían por una asignación. El arquitecto Juan García declinó la obra, pues no trabajaba para el gobierno y quedó a cargo de la remodelación el arquitecto Eduardo Gama, quien tiene todo lo necesario para responderle al gobierno. Presupuestó la remodelación en un millón y fracción de pesos, lo envió, lo revisaron y se lo recortaron a 910 mil pesos. En un principio me preguntaron si yo podía manejar este recurso y se me hizo fácil decir que sí, pero resulta que ni el Museo ni la maestra Ninfa, estamos registrados ante la Secretaría de Hacienda para extender recibos hacendarios deducibles de impuesto, de tal manera que el recurso autorizado lo canalizaron a través del Ayuntamiento de Iguala en una cuenta especial, quedando desde luego como depositario. Nosotros no tenemos personalidad jurídica para manejar esas cantidades de dinero. Desde las otras etapas, las dos anteriores, quiero decirle que tampoco he manejado un solo centavo de esos recursos. El dinero se va al Ayuntamiento y de ahí salen los pagos directamente a los proveedores, a los que trabajan y a los que presentan factura de las compras que se les hacen. Los recursos que nos han dado se han gastado en su totalidad, peso sobre peso en las obras que en el Museo se hacen y se han hecho; los proveedores no le dan “diezmos” porque somos estrictos vigilantes y no permitimos que alguien llegue a tomar algo que no le corresponde, a nadie se le da “propina” por la compra de materiales, se ha aprovechado hasta el último centavo que nos autorizaron para dichas remodelaciones. Para este trabajo especial de los escenarios, también se está aplicando todo lo que nos asignó el Gobierno del Estado sin descuentos de nada. El arquitecto Gama, ajustó su presupuesto a 910 mil pesos y de inmediato tomó cartas en el asunto, trajo a su gente, el material necesario sin esperar a que se le diera dinero para ello, pues él tiene mucha solvencia económica y empezaron los trabajos de la tercera etapa. Hasta ahora, se lleva ya un avance de 95% en la remodelación del escenario “Vicente Guerrero”, la parte en donde yo tenía mis oficinas provisionales va a ser la biblioteca con su aire acondicionado y la llamaremos “José Magdaleno Ocampo”. El otro escenario, el que se le conocía como “B”, ahora se llama “Auditorio Ejército Trigarante” tiene sus gradas y va a contar con cabina de proyección y se le puso su aire acondicionado también. Se hicieron los vestidores para los artistas que usarán el escenario “Vicente Guerrero”, se le colocaron espejos, anaqueles, aire acondicionado; aquí se han realizado prácticamente muchos eventos entre obras de teatro, audiciones musicales, conferencias, festivales de danza folclórica, conciertos de ópera, presentaciones de libros, se han presentado compañías internacionales de ballet clásico ruso como “El Lago de los Cisnes”, el coro de Eslovaquia, los grupos artísticos de Costa Rica, Cuba, España, grupos culturales de Colombia quienes nos visitaron durante la Feria de la Bandera este año 2011, recitales poéticos, eventos de diferentes instituciones educativas de Iguala. En fin, se le han dado vida a estas instalaciones llenas de cultura e historia, proporcionadas a quien desee hacer uso de ellas, se dan todas las facilidades con ciertos requerimientos desde luego, no económicos, sino de cuidados para la conservación de los espacios que siempre hemos puesto a la disposición de todas las instituciones educativas y grupos culturales en general.
-¿Quiénes organizan estos eventos internacionales?
-El Museo y el Patronato, bajo una cuota de entrada de recuperación y otros, por decirle un ejemplo, Teléfonos de México va a presentar el Día del Niño una obra de teatro para los hijos de sus trabajadores y les vamos a prestar el local.
-Hay un cobro por prestar estas instalaciones?
-Hay un donativo que se proporciona por ofrecer un espacio, podium, sillas, aparato de sonido, proyector, pantalla, sanitarios e iluminación. Al término del evento, el personal del Museo se encarga de desmontar y guardar todo. El donativo es para mantenimiento del Museo, ya que debe recordar usted que este centro cultural no tiene presupuesto alguno y sí tenemos que adquirir materiales de limpieza como escobas, trapeadores, detergentes, etc. El donativo no es mucho, pero ayuda. Llevo un registro de lo que ha entrado por este concepto y de lo que se ha gastado. Ahora, no solamente los que dan donativo pueden hacer uso de estas instalaciones, no, a aquellos que no pueden aportar dicho donativo, se les proporciona el espacio gratuitamente para que lleven a cabo sus eventos. El donativo es de 300 hasta 800 pesos, el cual no lo considero gravoso.
-Maestra Ninfa ninguna dependencia del gobierno, como el Instituto Guerrerense de la Cultura, le pueden asignar una cantidad para mantenimiento del Museo de la Bandera?
-Desafortunadamente no. Busqué la forma de obtener un presupuesto, pero nunca fue posible, lamentablemente para las cuestiones culturales los gobiernos casi no aportan. Creí que dirigiéndome a la directora del Instituto Guerrerense de la Cultura podría obtener algo, pero mire, en el mes de enero del 2010, mis secretarias de la oficina, que eran Olga Torres Rodríguez y Graciela Hernández Ojeda, acabaron por renunciar, tal vez porque les salieron mejores oportunidades de trabajo, pues aquí el salario es muy bajo. Avisé a Chilpancingo, pidiendo al mismo tiempo que me indicaran los trámites y requisitos para reponer estas empleadas. Me dieron instrucciones de que enviara a las aspirantes para que hicieran un examen y cubrieran esas vacantes. Busqué a dos personas para que reunieran su documentación y presentaran examen para empleo; una lo aprobó y otra no…. ¿y sabe usted a quién tengo como secretaria?, a la que no aprobó, quien sabe por qué no lo aprobó, pues a mí me ha resultado una persona muy efiente. Perdí ese elemento pues no me podían contratar a quien no pasó el examen. Todo el año me la pasé hablando al IGC, al contador, al de personal y nunca me resolvieron nada, fue tanta mi insistencia que al final ya ni me contestaban el teléfono. Me daban mil excusas, largas al asunto y jamás me repusieron ese elemento. Yo necesito que envíen correos electrónicos, manejo de internet, hagan llamadas teléfonicas envío y recepción de correspondencia, elaboración de oficios y otros documentos y ante todo esto esto, lo que hice fue pedirle a la señora Chuy que se quedara conmigo y de mi sueldo le iba a pagar su salario; gano 2 mil 542 pesos quincenales y le pago a mi secretaria 1 mil 500 por quincena y me quedo con 1 mil 42 para emplearlos en gastos propios del Museo. Tengo un año y lo que va de este 2011 pagándole a Chuy para que me apoye. Se perdió la plaza de secretaria, el recurso y todo. Ya llegó la nueva titular del Instituto Guerrerense de la Cultura, licenciada Alejandra Frausto Guerrero de quien espero apoyo, ya que se nota que es una persona accesible y sensible a la cultura, pues hace unos días tuve oportunidad de tener comunicación telefónicamente.
-¿Cuándo cree usted que se terminen los trabajos de remodelación de los dos escenarios?
-Ya están por terminarse. Quiero que en el mes de abril, no sé qué fecha, inaugurar. Me puse en contacto con la Lic. Leopoldina, secretaria de la nueva directora del IGC, licenciada Alejandra Frausto Guerrero para comentar con ella de que en abril rendiré mi informe de labores, voy a inaugurar los trabajos de remodelación que se han hecho y mi deseo es de que me acompañe la directora del IGC a este acto. La Lic. Leopoldina me pidió que le enviara una ficha informativa en donde le señalara todo lo que se le ha hecho al Museo, pues la directora visitará todos los museos de Guerrero y quiere estar bien informada sobre todo del de Iguala de la Independencia.
Cuando el gobernador Ángel Aguirre Rivero anduvo en campaña, al visitar a Diario 21, me dijo: “Ahora que yo sea el gobernador de Guerrero, el Museo de la Bandera va a tener presupuesto”.
Debo aclarar una vez más que el apoyo que le pedí al ex gobernador Zeferino Torreblanca Galindo ha sido para los auditorios exclusivamente cuyas modificaciones están a punto de concluirse. Para la primera, segunda y tercera etapas se ha contado con presupuesto federal.
Tengo ya debidamente afinado el proyecto de la tercera etapa para la que liberaron dos millones de pesos.
-¿Cuál es la tercera etapa?
-El Santuario. Se va a cambiar la Bandera que por el paso del tiempo ya tiene unas picaduras y está decolorándose la tela. Se pondrá un pebetero para que tenga este sacro lugar iluminación con flama permanente, equipo para proyectar imágenes, audio que va a realizarse por parte de investigadores que vendrán a realizar un estudio para la creación del guión histórico. Estamos en ese proceso. Existe la confianza de que se van a poder aplicar los 2 millones de pesos a través del Ayuntamiento como se ha hecho en las tres anteriores ocasiones. Se le pondrá aire acondicionado, se cambiará el piso y es que, insisto, el que tiene por más que se limpia se ve sucio; Jorge, mi esposo, me dice que no lo haga porque el que tiene va de acuerdo con el Santuario y ahí sí difiero con él. El arquitecto Gama me dice que sí se debe cambiar, siguiendo el mismo concepto de la sala de banderas…. Mármol pulido, para que se vea limpio. El museógrafo Víctor Hugo Jasso trae arquitectos, diseñadores como el arquitecto Centella, el diseñador Gustavo Ibarra que coinciden con Gama y conmigo. Planean transformar la entrada del Santuario, pues dicen que la que tiene les parece muy pequeña, le van a dar vista, se le dará otro aspecto; el letrero que tiene también se cambiará. Ah, en la sala introductoria, la primera puerta que está a mano izquierda de la entrada al Museo, en donde está la Bandera Trigarante y unos cuadros que regalaron, ahí se harán unas vitrinas para poner a la Iguala en distintas épocas, además de unos gráficos y sostenes, de acuerdo con la investigación histórica que se está realizando. Se va a colocar una pantalla en donde se proyectará una maqueta virtual en la que se mostrará a la Iguala en distintas etapas. Si lo hacen así, va a quedar muy interesante. Esto y otro poco más, es lo que se piensa hacer con los 2 millones de pesos etiquetados por el diputado Esteban Albarrán Mendoza para el Museo de la Bandera. Estamos en ese proceso. Con ello, deseo fervientemente terminar y cerrar el ciclo de restauración del Museo.
-¿Y usted?
-A mi periódico, a mi familia o a lo mejor aquí mismo, pero ya deseo llevar a feliz término esta tarea que me tracé, misma que me ha dado muchas satisfacciones.
-¿De quién depende usted?
-Del Instituto Guerrerense de la Cultura, soy empleada de confianza. Cuando terminó su periodo de gobierno René Juárez Cisneros, el nuevo gobernador Zeferino Torreblanca me dejó los seis años. Ahora no sé qué piense el Lic. Ángel Aguirre Rivero, pero yo sigo trabajando como siempre, por el Museo y por Iguala.
-Pero es que no se puede quedar inconclusa la obra, todavía le falta la tercera etapa, ya tiene autorizado y liberado el presupuesto de 2 millones de pesos, pienso que va usted a seguir con esta tarea. ¿A qué llama usted etiquetar, quién etiqueta?
-Hacienda tiene un cuadernillo en donde están todas las etiquetaciones y allí aparece que para el Museo de Iguala, le asignan 2 millones de pesos y Hacienda los envía a CONACULTA y ésta dependencia quien ya tiene todo el proyecto, libera el recurso mandándolo a Iguala, al Ayuntamiento directamente porque es el depositario.
-El Diputado Esteban Albarrán Mendoza le consiguió los recursos para la segunda y tercera etapas.
-Sí, mi hijo los gestionó y etiquetó.
-Tiene usted dos apoyos muy grandes, bueno, tres con su esposo Jorge.
-Sí, la verdad sí. Esteban en este momento está en el lugar desde donde puede hacer muchas cosas y para orgullo y satisfacción de él y de su familia las está logrando. Los igualtecos son y serán los directamente beneficiados porque van a tener un Museo de primer nivel, a la altura de otros museos del país y del extranjero, según opinión de peritos en la materia. Por otro lado, tenemos diversas opiniones en el libro de visitas que también dicen y manifiestan lo mismo, que se van emocionados por saber muchas cosas que están expuestas en este histórico lugar; y van a saber más ahora que esté terminada la tercera etapa.
-Maestra Ninfa yo como igualteco tenía la idea de que se construyera en la parte de arriba del Museo, el Teatro de la Ciudad que tanta falta nos hace, pero viendo cómo ha quedado todo esto, enfoco mi idea en otro lugar, hay que buscarlo.
-Pues ya está ese lugar, el que está pegado al Museo, el que ocupaba el Cine Independencia; que alguien busque la manera de conseguir el recurso para comprar ese terreno.
-Sería directamente el Gobierno del Estado, ¿no? Pienso que no sería mala la idea, de que ahora que hay tanto igualteco como funcionarios en el gabinete de Aguirre Rivero, nos dieran una manita.
- Si, claro profesor Mundo. Ya está la inquietud. Es que hay que soñar y realizar esos sueños. Pero que sean sueños factibles, no imposibles.
-Maestra Ninfa, llegamos al final de esta entrevista, la que nos reveló aspectos que muchos desconocemos. De su obra hablará la historia. Le agradezco mucho el tiempo que me concedió en esta segunda ocasión. Muchas gracias.
Copyright: Diario 21
jueves, 21 de abril de 2011
Reivindican en libro a El niño artillero
RODOLFO VALADEZ LUVIANO
Tecpan, 20 de abril. “Uno de los objetivos de esta obra es desnudar la imagen de dos personajes que la historia registra hasta ahora como un mito, Narciso Mendoza El niño artillero y Francisco Ayala, a quienes pretendemos otorgarles un reconocimiento por su valiosa participación durante el rompimiento del sitio de Cuautla y que la historia del adeuda”, puntualizó el escritor, Arturo Ríos Ruiz al presentar su libro El niño de Morelos, en su tierra natal Tecpan.
Al hablar del contenido de su más reciente creación literaria, Ríos Ruiz dijo que “el libro narra la forma en que un pequeño cañón llamado El niño, el cual fue entregado al ejército del general José María Morelos y Pavón, formó parte de los momentos más importantes de la Guerra de Independencia, así como en el rompimiento de los sitios de Cuautla, Acapulco, Huajuapan, entre otros, al grado de ser considerada la primera pieza de artillería del ejército insurgente”.
Los comentarios sobre el libro fuero hechos por el catedrático de la Unidad Académica 6 de esta ciudad, Cruz Barrera Fernández quien calificó al autor de ser perseverante en cuanto a los temas que decide abordar, “muchos de ellos relacionados con la historia de la tierra que lo vio nacer y en los que refleja su deseo porque la sociedad reconozca el alto valor que tuvieron las intervenciones durante la lucha por liberar al país del dominio español de los héroes nacidos en Guerrero, a quienes aún la historia no les ha dado su valor verdadero”.
Parte de ese reconocimiento, declaró en su intervención el escritor, “es el que busco darle a otros valientes personajes, que aunque tuvieron una participación corta durante algunas batallas de aquella época, sus acciones fueron definitivas y fundamentales para las victorias conseguidas por los comandados por Morelos, como Narciso Mendoza El niño artillero y Francisco Ayala, que poco se sabe de sus vidas.
“Es necesario que escritores como Arturo den a conocer sus obras porque ofrecen otros panoramas que nos muestran la historia de una manera muy diferente a como nos la han enseñado en la escuela y que muchas veces no es la real”, manifestó el alcalde Nadín Torralba Mejía al comentar el libro.
Al referirse a la obra, en entrevista para La Jornada Guerrero, el también periodista expuso que hasta ahora el cañón forma parte de la historia de la guerra de Independencia, pero desde que se usó por ultima vez durante el rompimiento del sitio de Cuautla nadie se había preocupado por averiguar en donde estaba, “se sabía de su existencia y la importancia que tuvo, pero si preguntamos donde está, nadie daba una respuesta certera”.
Abundó que la investigación que lo llevó a dar con el sitio donde se encuentra el pequeño cañón y que está contenida en el texto, parte del primer encuentro que tuvo con el cañón usado por el ejército de Morelos, “el cual se dio de forma fortuita después de entrevistar a Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, en la ciudad de México, y cuya especialidad es la historia de Emiliano Zapata y quien al conocer mi interés por la historia de Hermenegildo Galeana, me dijo que el niño se encontraba en ese lugar”.
La Jornada Guerrero, 21 de baril de 2001
Tecpan, 20 de abril. “Uno de los objetivos de esta obra es desnudar la imagen de dos personajes que la historia registra hasta ahora como un mito, Narciso Mendoza El niño artillero y Francisco Ayala, a quienes pretendemos otorgarles un reconocimiento por su valiosa participación durante el rompimiento del sitio de Cuautla y que la historia del adeuda”, puntualizó el escritor, Arturo Ríos Ruiz al presentar su libro El niño de Morelos, en su tierra natal Tecpan.
Al hablar del contenido de su más reciente creación literaria, Ríos Ruiz dijo que “el libro narra la forma en que un pequeño cañón llamado El niño, el cual fue entregado al ejército del general José María Morelos y Pavón, formó parte de los momentos más importantes de la Guerra de Independencia, así como en el rompimiento de los sitios de Cuautla, Acapulco, Huajuapan, entre otros, al grado de ser considerada la primera pieza de artillería del ejército insurgente”.
Los comentarios sobre el libro fuero hechos por el catedrático de la Unidad Académica 6 de esta ciudad, Cruz Barrera Fernández quien calificó al autor de ser perseverante en cuanto a los temas que decide abordar, “muchos de ellos relacionados con la historia de la tierra que lo vio nacer y en los que refleja su deseo porque la sociedad reconozca el alto valor que tuvieron las intervenciones durante la lucha por liberar al país del dominio español de los héroes nacidos en Guerrero, a quienes aún la historia no les ha dado su valor verdadero”.
Parte de ese reconocimiento, declaró en su intervención el escritor, “es el que busco darle a otros valientes personajes, que aunque tuvieron una participación corta durante algunas batallas de aquella época, sus acciones fueron definitivas y fundamentales para las victorias conseguidas por los comandados por Morelos, como Narciso Mendoza El niño artillero y Francisco Ayala, que poco se sabe de sus vidas.
“Es necesario que escritores como Arturo den a conocer sus obras porque ofrecen otros panoramas que nos muestran la historia de una manera muy diferente a como nos la han enseñado en la escuela y que muchas veces no es la real”, manifestó el alcalde Nadín Torralba Mejía al comentar el libro.
Al referirse a la obra, en entrevista para La Jornada Guerrero, el también periodista expuso que hasta ahora el cañón forma parte de la historia de la guerra de Independencia, pero desde que se usó por ultima vez durante el rompimiento del sitio de Cuautla nadie se había preocupado por averiguar en donde estaba, “se sabía de su existencia y la importancia que tuvo, pero si preguntamos donde está, nadie daba una respuesta certera”.
Abundó que la investigación que lo llevó a dar con el sitio donde se encuentra el pequeño cañón y que está contenida en el texto, parte del primer encuentro que tuvo con el cañón usado por el ejército de Morelos, “el cual se dio de forma fortuita después de entrevistar a Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, en la ciudad de México, y cuya especialidad es la historia de Emiliano Zapata y quien al conocer mi interés por la historia de Hermenegildo Galeana, me dijo que el niño se encontraba en ese lugar”.
La Jornada Guerrero, 21 de baril de 2001
Constructores de Acapulco VIII
Constructores de Acapulco VIII
Anituy Rebolledo Ayerdi
El Supremo retorna a la infancia:
*Le entro sólo que “juéguemos” a la guerrita.
*¡Habla, habla, boca de tabla…!
*¡Botellita de jerez…!
*¡Botellita de vinagre…!
*¡Yo no fui, fue Teté…!
*¡No oigo, no oigo, soy de palo!
La catedral de Acapulco
–Ya está viejo y cansado, no tiene fuerzas ni ánimos para encabezar una cruzada como nunca se ha emprendido en Acapulco.
Así justificaban algunas damas católicas al cura párroco del puerto, Florentino Díaz, por su indeclinable posición contraria a la iniciativa de aquellas para construir ya, de una vez y para siempre, la catedral de Acapulco. Estaban convencidas de que este era el puerto mexicano con futuro más promisorio y por tanto no debía recibir a sus visitantes de todas latitudes con una casa de oración sin techumbre, ruinosa. Se imponía, pues, una moderna, espaciosa y bien ventilada iglesia, digna de nuestra señora de La Soledad y de los acapulqueños.
Y no será la primera vez que sean mujeres las que acepten retos tan formidables como el de emprender una obra majestuosa que será orgullo de los porteños. Hoy mismo, son mujeres las más activas y entusiastas emprendedoras de un proyecto similar, la nueva catedral del puerto cuyas formas modernistas ya apuntan hacia el cielo.
Hablando de futuro promisorio, es el que tiene ante sí el joven arquitecto Rodolfo Lobato Jiménez, egresado del Instituto Tecnológico de Acapulco, cuya tesis profesional sobre la catedral de Acapulco saquearemos, auténticamente, para esta entrega,esperando desde luego su benevolencia.
Anota Lobato Jiménez que destacaban en aquél grupo de entusiastas damas doña Chenchita Sotelo de Batani, doña Apolonia Altamirano de Ramírez (madre de nuestro insigne compositor José Agustín Ramírez ), doña Ángela Lobato y la señorita Eduviges Muñúzuri.
Las primeras aportaciones
Tanto insistieron e insistieron hasta que la terquedad del párroco se dobló. Ayudó mucho la intervención del también sacerdote Isidoro Ramírez, de visita en el puerto, con gran ascendiente sobre el Padre Tino, como le llamaba todo Acapulco.
–Bueno, bueno, está bien, está bien: hagámosle una casita muy bonita y acogedora a nuestra virgencita de La Soledad… ¡y que Dios nos ayude!– la decisión del santo varón provocará el júbilo desbordado de sus promotoras.
Los preparativos de la obra arrancan el 26 de mayo de 1936, cinco años después de iniciada la catedral de Chilapa. Ambas, como ya se sabe, bajo la dirección del arquitecto Federico Mariscal y Piña, constructor también del Palacio del Gobierno del DF y del catafalco de Morelos en uno de los patios de Palacio Nacional. Promotor también de la primera sociedad mexicana de arquitectos del siglo XX y cuyo nombre lleva todavía una cátedra en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
–¡Dinero, necesitamos mucho dinero y hay que obtenerlo a cómo dé lugar, de donde sea y como sea!– declara el grupo su consigna.
–¡Sí, estoy de acuerdo pero sin caer en conductas indecorosas! –ataja con deliciosa picardía la Tía Pola, como le decíamos los Rebolledo Ayerdi a la señora Altamirano de Ramírez, vecinos con ella, patio con patio. Ella, con el frente por las escalinatas de Madero y nos por Independencia.
El grupo se distribuye por zonas una ciudad de poco más de 6 mil habitantes (ello según el censo de población de 1930. Iguala tenía ¡12 mil! Y Chilpancingo 8 mil habitantes). Y en las primeras “boteadas” logran una recaudación generosísima de 14 mil pesos (el tipo de cambio se había disparado a cinco pesos por dólar).
Meticulosas, las damas llevaban un registro acucioso de los donadores y entre los primeros figuraron Jovita Regil de Muñúzuri, en cuya tienda Las 3 BBB, de Escudero, se reunía el grupo voluntario (luego estará ahí o a un lado la imprescindible zapatería El Bazar de Acapulco, de don Jesús Duque, un hispano toda bondad y simpatía que fue la otra cara del clásico gachupín, como los hubo muchos en el puerto. Sus hijos forman hoy familias bonitas y productivas.
Guerrero bronco
Ahí estaban también Doña Susana Urrea de Romero (madre de Manuel y Rafael, histórico beisbolista local el primero), doña Thema Montano, esposa de don Agustín Montano, padres de Lourdes y Tano, propietarios de la farmacia La Salud, en Jesús Carranza; las familias Lobato, Hudson, Añorve y muchas más. No menos generosas serán las aportaciones del general Juan Andrew Almazán, del hotel Anáhuac (más tarde Papagayo), de don Heladio Fernández y de la señora Beatriz Velasco de Alemán, primera dama de Veracruz, a quien sin embargo le gustaba más Acapulco.
Convencidas de que la tarea era demasiado pesada para ellas solas (con maridos e hijos que atender y compromisos sociales que cumplir), las damas voluntarias proponen la creación de un comité oficial aceptando quedarse ellas solo como auxiliares. Pero, eso sí, sin bajar la intensidad de su trabajo. Así, se integrará el Comité Pro Construcción de la Catedral de Acapulco, encabezado por el párroco Leopoldo Díaz y el canónigo Constantino Arizmendi, como vicepresidente. Será secretario don Pedro Díaz, y tesorero don José Fernández Cañedo. Comité que hará la contratación formal con el arquitecto Mariscal, recomendado ampliamente por el Obispo Leopoldo Díaz Escudero.
Radicado en la ciudad de México, el arquitecto Mariscal designará como responsables de la obra a dos colegas y amigos suyos, Pellandini Cusi y Madrigal Solchaga, quienes habían adoptado a Acapulco como patria chiquita. A las primeras de cambio, ambos comprobarán por qué se hablaba de un “Guerrero Bronco”.
Un día cualquiera se escuchan unas detonaciones procedentes del zócalo.
–¿Qué santo se festeja hoy que hay tantos cohetes? –pregunta Madrigal.
–¿Cuetes? ¡Madres, son balazos! –responden a un tiempo los albañiles con quienes dialogan– ¡Pecho tierra o nos lleva la chingada! –ordena uno de ellos con voz de trueno.
Aquellos hombres permanecerán comiendo tierra por casi media hora, tiempo que duró la refriega –supieron después– entre dos “gambas” de pistoleros de la Costa Chica, topados casualmente en el Zócalo. Los dos arquitectos “frasteros” (forasteros), así considerados no obstante su declarado acapulqueñismo, se enfermarán de “correquetealcanza” o chorrillo cuando se enteren de que el encuentro había dejado un saldo sangriento de por lo menos media docena de cadáveres.
–¿Qué culpa tiene Acapulco de que a esos malditos les guste venir a matarse al nivel del mar? –será la reflexión profunda del alcalde Estrada. Hoy válida.
En algunos momentos los miembros del Comité, pero particularmente las damas voluntarias, llegarán a desesperarse cuando el dinero fluya a cuenta gotas, no a raudales como ellas deseaban.
–¡Pero fluye , fluye! –advierte la siempre oportuna Tía Pola– No hay que olvidar que nuestros mayores contribuyentes son la gente del pueblo y la mayoría lo hace con monedas y muy pocos con billetes (el salario mínimo se había establecido dos años atrás, pero aquí era considerado por los patrones hispanos como improbable, producto de “ideas exóticas”).
Santiago Galas
Porque, hay que decirlo, no todos los ricachones se escondían de las damas voluntarias o se quejaban de traer cartera vacías. Los había como el general Almazán (citado ya como dueño del hotel Anáhuac-Papagayo), quien él mismo se fijó una donación de mil quinientos pesos mensuales. Más espléndido será el empresario español Santiago Galas, cuya aportación era de dos mil pesos, también mensuales.
El señor Galas, el impresor de los famosos calendarios pintados por el español Helguera, cuyos temas mexicanos henchían de orgullo nacionalista a sus poseedores, tendrá aquí una amarga experiencia. Construye un edificio de apartamentos y locales comerciales en parte de lo que había sido el mercado de El Parazal (hoy Artesanías). Concluida apenas la obra negra suspende la construcción y ahí queda. Cuando finalmente quiera terminarlo no podrá hacerlo por estar cercado el inmueble por barracas de comerciantes fijos, semifijos y ambulantes. No los moverán, advierten sus líderes, ni con una ni con la bomba atómica. Y no los movieron.
Adquiere más tarde el edificio Galas el empresario local don Santiago Navarrete (papá de Fernando, director de Diario 17). Cerrado el trato, el simpático y amiguero Reynaldo Manzanares (el de la funeraria con su nombre) llega al café con la nueva: “¡Chago mató víboras en día viernes!”. Se hizo de ese edificiazo casi regalado: 6 u 8 millones de pesos, ¡una bicoca! Este mortal se echó mano a la bolsa del pantalón, asegurándose de llevar los dos pesos del café, propina incluida.
La Soledad, generala
“¡A’i la llevan, a’i la llevan”, era la cantinela de Pioquinto el tubero (de tuba, la sabia de la palmera, no del instrumento musical y tampoco de tubo), al recalar todas las tardes en su casa del Teconche, luego de recorrer las cantinas del barrio de La Playa.
Y a’i la llevaban, efectivamente. Siempre con una lentitud desesperante para todo mundo pues el avance dependía del caudal de las recaudaciones. Estamos en 1944 –anota Lobato Jiménez– y la obra negra aun no se termina. Los acapulqueños, sin embargo, no cejan en su empeño por darle una casa grande a la patrona de La Soledad.
Por la Gran Guerra escasea el acero necesario para las estructuras de la cúpula central y sólo se consigue muy caro en el mercado negro. El Comité viaja a la ciudad de México para encontrarlo, milagrosamente, dirán las damas, en la Casa Hermanos López. La factura por 70 mil pesos desfondará la tesorería a cargo de don Pepe Cañedo, así llamado por todos.
Para 1950 las torres siguen mochas y la cúpula central está lista, pero sin su cubierta azul. Los interiores empiezan a recubrirse con azulejos color amarillo, todo de Talavera, traído de Puebla. Las columnas son recubiertas con mármol guerrerense. El párroco Bernardo García se encargará durante su estancia de las macizas bancas, mismo mobiliario actual, así como del piso de granito.
Gran conmoción entre la curia y la feligresía: Se terminan el altar mayor y las capillas de la virgen de Guadalupe y del Sagrado Corazón de Jesús. La imagen de la primera es obsequiada por doña Beatriz Velasco de Alemán, ya primera dama de la nación, y el segundo traído de España por su donador don Heladio Fernández. La virgen de La Soledad es la misma obsequiada por el rey Felipe II. Recibirá más tarde, en ceremonia militar celebrada el Fuerte de San Diego, el bastón de mando y la banda de generala del ejército realista. Hoy las sigue portando.
Veinte años después de iniciada la catedral de Acapulco, en 1956, las cúpulas mayor y la del presbiterio estaban cubiertas con azulejo y estrellas amarillas. Las torres lanzadas al cielo con sus cúpulas abulbadas cubiertas también por azulejo talaverino. Tal como está actualmente.
Reacciones
Las reacciones de los lugareños, cuando se rematen las cúpulas estilo bizantino (los interiores al más puro estilo art decó, nacido en la exposición de Artes Decorativos de París en 1925), irán del aplauso entusiasta al rechazo incluso agresivo. No faltará la chistología muy acapulqueña –a veces fina, las más de las veces vulgar–. Tres muestras:
Constantinopla
Un enorme y elegante yate penetra lentamente a la bahía de Acapulco. El patrón de la nave y jefe de familia llama con grandes voces a la esposa:
–¡Vieja, vieja, nos equivocamos, nos equivocamos! ¡Llegamos a Constantinopla y no a Acapulco!.
–¡Te equivocaste tú, viejo pendejo!
Lectura infantiles
Adjudicando falsamente al párroco Díaz el proyecto de la Catedral de N.S. de la Soledad, no faltará quienes, al calor de varios tarros de la cerveza de barril en la vecina Bavaria, disciernan doctoralmente:
–El padre Tino copió la catedral de sus lecturas infantiles, particularmente las de Las mil y una noches.
Bolas
El cabrón curita quiso reflejar con las bolas cupulares el carácter de los Acapulqueños. ¡Güevones, pues!
Pecado
Cada acapulqueño tuvo entonces –tiene ahora– su propia opinión sobre el estilo de la catedral que ya cumple 70 años. Las más, nunca exteriorizadas en público por temor al pecado.
La tierra tiembla
–Poco durará esta tacita de porcelana oriental– lamenta Lobato –Entonces, la tierra temblará…
El Sur, 21 de abril de 2011
Anituy Rebolledo Ayerdi
El Supremo retorna a la infancia:
*Le entro sólo que “juéguemos” a la guerrita.
*¡Habla, habla, boca de tabla…!
*¡Botellita de jerez…!
*¡Botellita de vinagre…!
*¡Yo no fui, fue Teté…!
*¡No oigo, no oigo, soy de palo!
La catedral de Acapulco
–Ya está viejo y cansado, no tiene fuerzas ni ánimos para encabezar una cruzada como nunca se ha emprendido en Acapulco.
Así justificaban algunas damas católicas al cura párroco del puerto, Florentino Díaz, por su indeclinable posición contraria a la iniciativa de aquellas para construir ya, de una vez y para siempre, la catedral de Acapulco. Estaban convencidas de que este era el puerto mexicano con futuro más promisorio y por tanto no debía recibir a sus visitantes de todas latitudes con una casa de oración sin techumbre, ruinosa. Se imponía, pues, una moderna, espaciosa y bien ventilada iglesia, digna de nuestra señora de La Soledad y de los acapulqueños.
Y no será la primera vez que sean mujeres las que acepten retos tan formidables como el de emprender una obra majestuosa que será orgullo de los porteños. Hoy mismo, son mujeres las más activas y entusiastas emprendedoras de un proyecto similar, la nueva catedral del puerto cuyas formas modernistas ya apuntan hacia el cielo.
Hablando de futuro promisorio, es el que tiene ante sí el joven arquitecto Rodolfo Lobato Jiménez, egresado del Instituto Tecnológico de Acapulco, cuya tesis profesional sobre la catedral de Acapulco saquearemos, auténticamente, para esta entrega,esperando desde luego su benevolencia.
Anota Lobato Jiménez que destacaban en aquél grupo de entusiastas damas doña Chenchita Sotelo de Batani, doña Apolonia Altamirano de Ramírez (madre de nuestro insigne compositor José Agustín Ramírez ), doña Ángela Lobato y la señorita Eduviges Muñúzuri.
Las primeras aportaciones
Tanto insistieron e insistieron hasta que la terquedad del párroco se dobló. Ayudó mucho la intervención del también sacerdote Isidoro Ramírez, de visita en el puerto, con gran ascendiente sobre el Padre Tino, como le llamaba todo Acapulco.
–Bueno, bueno, está bien, está bien: hagámosle una casita muy bonita y acogedora a nuestra virgencita de La Soledad… ¡y que Dios nos ayude!– la decisión del santo varón provocará el júbilo desbordado de sus promotoras.
Los preparativos de la obra arrancan el 26 de mayo de 1936, cinco años después de iniciada la catedral de Chilapa. Ambas, como ya se sabe, bajo la dirección del arquitecto Federico Mariscal y Piña, constructor también del Palacio del Gobierno del DF y del catafalco de Morelos en uno de los patios de Palacio Nacional. Promotor también de la primera sociedad mexicana de arquitectos del siglo XX y cuyo nombre lleva todavía una cátedra en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
–¡Dinero, necesitamos mucho dinero y hay que obtenerlo a cómo dé lugar, de donde sea y como sea!– declara el grupo su consigna.
–¡Sí, estoy de acuerdo pero sin caer en conductas indecorosas! –ataja con deliciosa picardía la Tía Pola, como le decíamos los Rebolledo Ayerdi a la señora Altamirano de Ramírez, vecinos con ella, patio con patio. Ella, con el frente por las escalinatas de Madero y nos por Independencia.
El grupo se distribuye por zonas una ciudad de poco más de 6 mil habitantes (ello según el censo de población de 1930. Iguala tenía ¡12 mil! Y Chilpancingo 8 mil habitantes). Y en las primeras “boteadas” logran una recaudación generosísima de 14 mil pesos (el tipo de cambio se había disparado a cinco pesos por dólar).
Meticulosas, las damas llevaban un registro acucioso de los donadores y entre los primeros figuraron Jovita Regil de Muñúzuri, en cuya tienda Las 3 BBB, de Escudero, se reunía el grupo voluntario (luego estará ahí o a un lado la imprescindible zapatería El Bazar de Acapulco, de don Jesús Duque, un hispano toda bondad y simpatía que fue la otra cara del clásico gachupín, como los hubo muchos en el puerto. Sus hijos forman hoy familias bonitas y productivas.
Guerrero bronco
Ahí estaban también Doña Susana Urrea de Romero (madre de Manuel y Rafael, histórico beisbolista local el primero), doña Thema Montano, esposa de don Agustín Montano, padres de Lourdes y Tano, propietarios de la farmacia La Salud, en Jesús Carranza; las familias Lobato, Hudson, Añorve y muchas más. No menos generosas serán las aportaciones del general Juan Andrew Almazán, del hotel Anáhuac (más tarde Papagayo), de don Heladio Fernández y de la señora Beatriz Velasco de Alemán, primera dama de Veracruz, a quien sin embargo le gustaba más Acapulco.
Convencidas de que la tarea era demasiado pesada para ellas solas (con maridos e hijos que atender y compromisos sociales que cumplir), las damas voluntarias proponen la creación de un comité oficial aceptando quedarse ellas solo como auxiliares. Pero, eso sí, sin bajar la intensidad de su trabajo. Así, se integrará el Comité Pro Construcción de la Catedral de Acapulco, encabezado por el párroco Leopoldo Díaz y el canónigo Constantino Arizmendi, como vicepresidente. Será secretario don Pedro Díaz, y tesorero don José Fernández Cañedo. Comité que hará la contratación formal con el arquitecto Mariscal, recomendado ampliamente por el Obispo Leopoldo Díaz Escudero.
Radicado en la ciudad de México, el arquitecto Mariscal designará como responsables de la obra a dos colegas y amigos suyos, Pellandini Cusi y Madrigal Solchaga, quienes habían adoptado a Acapulco como patria chiquita. A las primeras de cambio, ambos comprobarán por qué se hablaba de un “Guerrero Bronco”.
Un día cualquiera se escuchan unas detonaciones procedentes del zócalo.
–¿Qué santo se festeja hoy que hay tantos cohetes? –pregunta Madrigal.
–¿Cuetes? ¡Madres, son balazos! –responden a un tiempo los albañiles con quienes dialogan– ¡Pecho tierra o nos lleva la chingada! –ordena uno de ellos con voz de trueno.
Aquellos hombres permanecerán comiendo tierra por casi media hora, tiempo que duró la refriega –supieron después– entre dos “gambas” de pistoleros de la Costa Chica, topados casualmente en el Zócalo. Los dos arquitectos “frasteros” (forasteros), así considerados no obstante su declarado acapulqueñismo, se enfermarán de “correquetealcanza” o chorrillo cuando se enteren de que el encuentro había dejado un saldo sangriento de por lo menos media docena de cadáveres.
–¿Qué culpa tiene Acapulco de que a esos malditos les guste venir a matarse al nivel del mar? –será la reflexión profunda del alcalde Estrada. Hoy válida.
En algunos momentos los miembros del Comité, pero particularmente las damas voluntarias, llegarán a desesperarse cuando el dinero fluya a cuenta gotas, no a raudales como ellas deseaban.
–¡Pero fluye , fluye! –advierte la siempre oportuna Tía Pola– No hay que olvidar que nuestros mayores contribuyentes son la gente del pueblo y la mayoría lo hace con monedas y muy pocos con billetes (el salario mínimo se había establecido dos años atrás, pero aquí era considerado por los patrones hispanos como improbable, producto de “ideas exóticas”).
Santiago Galas
Porque, hay que decirlo, no todos los ricachones se escondían de las damas voluntarias o se quejaban de traer cartera vacías. Los había como el general Almazán (citado ya como dueño del hotel Anáhuac-Papagayo), quien él mismo se fijó una donación de mil quinientos pesos mensuales. Más espléndido será el empresario español Santiago Galas, cuya aportación era de dos mil pesos, también mensuales.
El señor Galas, el impresor de los famosos calendarios pintados por el español Helguera, cuyos temas mexicanos henchían de orgullo nacionalista a sus poseedores, tendrá aquí una amarga experiencia. Construye un edificio de apartamentos y locales comerciales en parte de lo que había sido el mercado de El Parazal (hoy Artesanías). Concluida apenas la obra negra suspende la construcción y ahí queda. Cuando finalmente quiera terminarlo no podrá hacerlo por estar cercado el inmueble por barracas de comerciantes fijos, semifijos y ambulantes. No los moverán, advierten sus líderes, ni con una ni con la bomba atómica. Y no los movieron.
Adquiere más tarde el edificio Galas el empresario local don Santiago Navarrete (papá de Fernando, director de Diario 17). Cerrado el trato, el simpático y amiguero Reynaldo Manzanares (el de la funeraria con su nombre) llega al café con la nueva: “¡Chago mató víboras en día viernes!”. Se hizo de ese edificiazo casi regalado: 6 u 8 millones de pesos, ¡una bicoca! Este mortal se echó mano a la bolsa del pantalón, asegurándose de llevar los dos pesos del café, propina incluida.
La Soledad, generala
“¡A’i la llevan, a’i la llevan”, era la cantinela de Pioquinto el tubero (de tuba, la sabia de la palmera, no del instrumento musical y tampoco de tubo), al recalar todas las tardes en su casa del Teconche, luego de recorrer las cantinas del barrio de La Playa.
Y a’i la llevaban, efectivamente. Siempre con una lentitud desesperante para todo mundo pues el avance dependía del caudal de las recaudaciones. Estamos en 1944 –anota Lobato Jiménez– y la obra negra aun no se termina. Los acapulqueños, sin embargo, no cejan en su empeño por darle una casa grande a la patrona de La Soledad.
Por la Gran Guerra escasea el acero necesario para las estructuras de la cúpula central y sólo se consigue muy caro en el mercado negro. El Comité viaja a la ciudad de México para encontrarlo, milagrosamente, dirán las damas, en la Casa Hermanos López. La factura por 70 mil pesos desfondará la tesorería a cargo de don Pepe Cañedo, así llamado por todos.
Para 1950 las torres siguen mochas y la cúpula central está lista, pero sin su cubierta azul. Los interiores empiezan a recubrirse con azulejos color amarillo, todo de Talavera, traído de Puebla. Las columnas son recubiertas con mármol guerrerense. El párroco Bernardo García se encargará durante su estancia de las macizas bancas, mismo mobiliario actual, así como del piso de granito.
Gran conmoción entre la curia y la feligresía: Se terminan el altar mayor y las capillas de la virgen de Guadalupe y del Sagrado Corazón de Jesús. La imagen de la primera es obsequiada por doña Beatriz Velasco de Alemán, ya primera dama de la nación, y el segundo traído de España por su donador don Heladio Fernández. La virgen de La Soledad es la misma obsequiada por el rey Felipe II. Recibirá más tarde, en ceremonia militar celebrada el Fuerte de San Diego, el bastón de mando y la banda de generala del ejército realista. Hoy las sigue portando.
Veinte años después de iniciada la catedral de Acapulco, en 1956, las cúpulas mayor y la del presbiterio estaban cubiertas con azulejo y estrellas amarillas. Las torres lanzadas al cielo con sus cúpulas abulbadas cubiertas también por azulejo talaverino. Tal como está actualmente.
Reacciones
Las reacciones de los lugareños, cuando se rematen las cúpulas estilo bizantino (los interiores al más puro estilo art decó, nacido en la exposición de Artes Decorativos de París en 1925), irán del aplauso entusiasta al rechazo incluso agresivo. No faltará la chistología muy acapulqueña –a veces fina, las más de las veces vulgar–. Tres muestras:
Constantinopla
Un enorme y elegante yate penetra lentamente a la bahía de Acapulco. El patrón de la nave y jefe de familia llama con grandes voces a la esposa:
–¡Vieja, vieja, nos equivocamos, nos equivocamos! ¡Llegamos a Constantinopla y no a Acapulco!.
–¡Te equivocaste tú, viejo pendejo!
Lectura infantiles
Adjudicando falsamente al párroco Díaz el proyecto de la Catedral de N.S. de la Soledad, no faltará quienes, al calor de varios tarros de la cerveza de barril en la vecina Bavaria, disciernan doctoralmente:
–El padre Tino copió la catedral de sus lecturas infantiles, particularmente las de Las mil y una noches.
Bolas
El cabrón curita quiso reflejar con las bolas cupulares el carácter de los Acapulqueños. ¡Güevones, pues!
Pecado
Cada acapulqueño tuvo entonces –tiene ahora– su propia opinión sobre el estilo de la catedral que ya cumple 70 años. Las más, nunca exteriorizadas en público por temor al pecado.
La tierra tiembla
–Poco durará esta tacita de porcelana oriental– lamenta Lobato –Entonces, la tierra temblará…
El Sur, 21 de abril de 2011
viernes, 15 de abril de 2011
Himno al estado de Guerrero, de Vicente Téllez Navarro
Treinta y un estrofas componen el Himno al Estado de Guerrero, compuesto por el poeta Vicente Téllez Navarro, mismo que inscribió en la Convocatoria que el Gobierno del Estado de Guerrero, encabezado por Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, lanzó en 2010, certamen que nunca llegó a su fin....
A continuación, les presentamos algunas estrofas:
Himno al estado de Guerrero
Autor: Vicente Téllez Navarro
Guerrerenses, hermanos queridos /
de las siete regiones del Sur /
trabajemos contentos y unidos /
empuñando muy bien la segur.
Para hacer un estado más grande /
los invito a luchar con empeño /
para hacer realidad el ensueño /
que Morelos despierto soñó.
No te fijes si eres de Acapulco /
de Pilcaya, de Tlapa o de Arcelia /
de San Luis Acatlán o Marquelia /
que el patricio por todos luchó.
Si naciste en la Villa de Iguala /
que es la cuna de nuestra bandera /
vive alegre, ella fue la primera /
que lució el pabellón tricolor.
Donde quiera que hayamos nacido /
ya nos une el amor al terruño /
y apretando como un solo puño /
formaremos un pueblo mejor.
Si tu tierra es un pueblo sin nombre /
o es un punto perdido en la sierra /
vive alegre porque esa es tu tierra /
tu morada, tu vida y tu cruz.
No te quedes parado en el surco /
esperando que se acabe el día /
piensa siempre que tu eres el guía /
de tus hijos porque eres su luz.
De Agustín Ramírez disfrutamos /
las canciones bellas de esta tierra /
de la Costa Grande hasta la sierra /
nos cantó nuestro compositor.
Sin faltar nuestra Tierra Caliente /
con su alegre son a Tlapehuala /
que cantó del Balsas hasta Iguala /
y bailó como buen bailador.
A la iglesia barroca de Taxco /
le cantó también nuestro paisano /
con cariño de gran mexicano /
y costeño de buen corazón.
Le cantó a la playa de Caleta /
y Acapulco con su acapulqueña /
a San Marcos con su sanmarqueña /
sin faltarle su toro rabón.
A continuación, les presentamos algunas estrofas:
Himno al estado de Guerrero
Autor: Vicente Téllez Navarro
Guerrerenses, hermanos queridos /
de las siete regiones del Sur /
trabajemos contentos y unidos /
empuñando muy bien la segur.
Para hacer un estado más grande /
los invito a luchar con empeño /
para hacer realidad el ensueño /
que Morelos despierto soñó.
No te fijes si eres de Acapulco /
de Pilcaya, de Tlapa o de Arcelia /
de San Luis Acatlán o Marquelia /
que el patricio por todos luchó.
Si naciste en la Villa de Iguala /
que es la cuna de nuestra bandera /
vive alegre, ella fue la primera /
que lució el pabellón tricolor.
Donde quiera que hayamos nacido /
ya nos une el amor al terruño /
y apretando como un solo puño /
formaremos un pueblo mejor.
Si tu tierra es un pueblo sin nombre /
o es un punto perdido en la sierra /
vive alegre porque esa es tu tierra /
tu morada, tu vida y tu cruz.
No te quedes parado en el surco /
esperando que se acabe el día /
piensa siempre que tu eres el guía /
de tus hijos porque eres su luz.
De Agustín Ramírez disfrutamos /
las canciones bellas de esta tierra /
de la Costa Grande hasta la sierra /
nos cantó nuestro compositor.
Sin faltar nuestra Tierra Caliente /
con su alegre son a Tlapehuala /
que cantó del Balsas hasta Iguala /
y bailó como buen bailador.
A la iglesia barroca de Taxco /
le cantó también nuestro paisano /
con cariño de gran mexicano /
y costeño de buen corazón.
Le cantó a la playa de Caleta /
y Acapulco con su acapulqueña /
a San Marcos con su sanmarqueña /
sin faltarle su toro rabón.
Himno al estado de Guerrero, uno de los fracasos de Zeferino
Roberto Ventura Pérez
A unos días de que termine su periodo como gobernador del estado de Guerrero, Carlos Zeferino Torreblanca Galindo fracasó por segunda ocasión en la pretensión de dotar a la entidad de un himno estatal que unificara, identificara y dignificara a los guerrerenses, en torno a sus valores, su lucha por la libertad, igualdad, justicia, así como enaltecer sus aportaciones en la construcción de la nación mexicana.
El mandatario se va sin ver el final de uno de los proyectos que bien pudo sentar uno de los grandes precedentes históricos en la cultura cívica guerrerense. No pudo, ni supo planear este proceso de civismo identitario. No le dio la importancia debida a la realización del sueño. Olvidó que el estado de Guerrero tiene mucho de que alardear, tanto en la etapa independentista, como en la revolucionaria de la Nación Mexicana.
Guerrero sin himno
A 161 años de la erección del estado, Guerrero es una de las diez entidades federativas del país que no tiene himno estatal. El cántico patriótico que narre su historia, sus hazañas, sus tradiciones y los símbolos de las cuales los guerrerenses se sienten orgullosos. Ahí radicaba la importancia del proyecto. Lo trascendente de esa línea de acción.
Es conveniente anotar que en el estado de Guerrero existe un bello poema escrito por el maestro Francisco Figueroa Mata, denominado “Himno a Guerrero”, musicalizada por Margarito Damián Vargas, pieza que muchos identifican como el himno estatal de los guerrerenses, lo cual no es verdad. La canción es un homenaje al bravo insurgente, general Vicente Guerrero Saldaña.
A decir de algunos poetas de la entidad, esa elegía es emblemática, pero no cumple con las características de un himno que debe ser escrito en decasílabo. Vicente Téllez Navarro, poeta, escritor, cronista del municipio de San Miguel Totolapan, comenta que está escrita en octosílabos, el verso típico popular español, “es el verso del corrido, es el verso de la copla, es el verso de la redondilla, pero no es verso de himno.”
Primer intento
El 3 de febrero del 2010, la Comisión Ejecutiva y la Comisión Organizadora de los Festejos por el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana en la entidad, convocó a los guerrerenses a participar en el certamen para escribir el Himno al estado de Guerrero, en el que se enalteciera las luchas del pueblo por la libertad, igualdad, justicia y aportaciones en la construcción de la nación mexicana.
De conformidad con la primera convocatoria, se estableció que podían participar “los guerrerenses nacidos y radicados en la entidad, en la República mexicana o el extranjero; quienes hayan nacido fuera de Guerrero pero que sean hijos de padres guerrerenses y los mexicanos que tuvieran residencia permanente en la entidad por más de cinco años.”
La letra del himno –se dijo- se escribiría “en estrofas de ocho versos decasílabos”, “debiendo constar de un coro a juicio del autor, compuesto de cuatro versos consonantes; el primero rimará con el tercero y el segundo con el cuarto, que podrá insertarse al principio, en medio o al final y las estrofas se escribirán con rimas aconsonantes y se evitarán en la medida de lo posible, los temas bélicos; expresarán sonoridad y se procurará resaltar el pasado histórico como antecedente del porvenir.”
También la publicación señaló que la recepción de los trabajos debían remitirse a la Secretaría General de Gobierno, cerrándose la convocatoria el 30 de abril del año próximo pasado. De acuerdo al procedimiento de selección, el fallo del jurado calificador, integrado por personas de reconocida honorabilidad y con conocimientos en literatura y poesía, sería inapelable.
Se agregó que la premiación y ejecución del Himno al Estado se llevaría a cabo el 27 de octubre de 2010 en la ceremonia conmemorativa del 161 aniversario de la Erección del Estado de Guerrero. Los ganadores se harían acreedores a un diploma, medalla del Bicentenario y Centenario, así como 75 mil pesos en efectivo.
La convocatoria fue firmada por Zeferino Torreblanca Galindo, gobernador de la entidad; Edmundo Román Pinzón, presidente del Tribunal Superior de Justicia; Celestino Cesáreo Guzmán, diputado presidente de la Mesa Directiva del Congreso del Estado, y Guillermo Ramírez Ramos, secretario general de Gobierno y presidente de la Comisión Organizadora Estatal de las Conmemoraciones del 2010.
Pese a haber sido una convocatoria pública, las actividades de la Comisión organizadora se mantuvieron en la total opacidad y hermetismo, ni siquiera rindieron un informe de los trabajos que realizaron durante el tiempo de vigencia. Basta visitar la página de internet que la Comisión abrió para darse cuenta que los trabajos en esta intentona cívica, al igual que en otras acciones, fue un total fracaso.
Por otra parte, se esperaba que así como fue pública la convocatoria, se hubiesen hecho públicos los nombres de los integrantes del jurado calificador que valoraría los trabajos de los participantes. Pero nada se supo. Ni se tomaron la molestia de explicar a los participantes las razones de la cancelación de la primera convocatoria.
Segundo intento
El 15 de junio de 2010, la Comisión Ejecutiva y la Comisión Organizadora de los Festejos Conmemorativos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana, en el estado de Guerrero, lanzó una segunda convocatoria, misma que supondría la cancelación de la primera, pero no se dijo de manera expresa en el nuevo edicto.
La primera novedad del aviso fue que ahora aparecía como nuevo convocante el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), que se sumaba al llamado de la Comisión Ejecutiva y al Instituto Guerrerense de la Cultura (IGC), en su calidad de representante del gobierno estatal.
Los otros cambios fueron: se abrió el concurso para que pudiesen participar todos los mexicanos que hayan nacido y radiquen en la república mexicana o en el extranjero, ya no sólo los guerrerenses; se ordenó difundir la convocatoria en todo el país, en Estados Unidos de Norteamérica y algunos países donde se encontraran núcleos importantes de mexicanos; estableciéndose como fecha límite para presentar los trabajos el 30 de agosto de 2010; se eliminó la fecha de premiación y ejecución del himno al Estado, quedando a criterio de la Comisión Organizadora y; se incrementó el premio económico a cien mil pesos.
A unos días de expirar la administración del gobernador guerrerense, nada se ha informado al respecto. La Comisión Organizadora no se interesó en hacer público el resultado de la convocatoria, lo cual es una falta de responsabilidad y de respeto, tanto para los participantes como para los guerrerenses.
Zeferino no cumplió
En entrevista para Despertar del Sur, Vicente Téllez Navarro, poeta totolapense y uno de los participantes en esta convocatoria, señala sin titubeo que “Zeferino renunció al himno del estado de Guerrero, no cumplió con lo que prometió en su convocatoria de que abría un premio y nos dejó colgados.”
En un tono de queja y recriminación hacia el mandatario, Téllez Navarro comenta: “bueno, se abrieron los tiempos políticos y ya no hubo quien diera información, nadie supo dónde quedó la bolita; se lanzó la invitación y ya no hubo conclusión.”
“Se echan la bolita”
Rememora que la primera convocatoria la declararon desierta, “porque dijeron las maestras que estaban recibiendo los trabajos, a manera de chisme, no oficialmente, que el jurado se sintió incompetente para calificar el trabajo, entonces el gobierno del estado le pidió apoyo a Conaculta y éste les dijo que el premio estaba muy pequeño; además habría que hacerlo a nivel nacional; entonces me llegó la convocatoria y volví a participar, nomás amplié el trabajo, amplié estrofas, no cambié lo anterior y lo volví a entregar; se vinieron los tiempos políticos y ya no se supo más, lo dejaron, ya nadie supo dónde quedó la bolita, nadie dio información, nadie, simplemente ya no hubo nada, nada, nada.”
Con un poco de modestia, el poeta calentano, confiesa que el himno que metió a concurso está hecho de puros decasílabos y se integra de treinta y un estrofas: “está buenísimo y completísimo.”
Unos versos de su himno
Guerrerenses, hermanos queridos / de las siete regiones del Sur / trabajemos contentos y unidos / empuñando muy bien la segur.
Para hacer un estado más grande / los invito a luchar con empeño / para hacer realidad el ensueño / que Morelos despierto soñó. / No te fijes si eres de Acapulco / de Pilcaya, de Tlapa o de Arcelia / de San Luis Acatlán o Marquelia / que el patricio por todos luchó.
Esperar con Aguirre
De este modo, habrá de esperar el inicio de la nueva administración que encabezará Ángel Heladio Aguirre Rivero, para saber lo que pasará con la ruta que seguirá el proceso de escrituración de la letra del Himno al Estado de Guerrero.
Publicado en:
Despertar del Sur, 25 de marzo de 2011
http://www.despertardelsur.com/ds/index.php?option=com_content&view=article&id=19256&catid=1&Itemid=2
Suplemento Vida y Sociedad, en El Faro de la Costa Chica, 25 de marzo de 2011
http://www.elfarodelacostachica.com/suplemento/vys04.html
Suplemento Guerrero Cultural, en periódico Pueblo Guerrero, 11 de abril de 2011
http://www.puebloguerrero.com.mx/seccion_cultura.php
La historia de Zapata y el zapatismo a través del corrido
Estela Díaz Escobar
La historia de Zapata y el zapatismo a través del corrido, es una compilación musical de la investigadora Elsa Castorela Castro, representa casi 150 años de historia testimonial de la música tradicional del estado de Morelos, un complemento de 33 piezas musicales vertidos en tres discos compactos (cds). Seleccionadas de una colección cercana a 200 composiciones, que por 10 años fue compilado y grabado en estudio y otras en los encuentros de trovadores.
Este trabajo no solamente representa la historia de Zapata y el zapatismo, sino también la historia del propio corrido, la historia de las voces de los trovadores, las brechas generacionales, entre unos y otros, las voces de las mujeres, que dan testimonio de participación en este espacio donde solo es apreciada la presencia masculina.
La gran mayoría de los corridos históricos, las bolas surianas y la canción de amor, son composiciones poéticas de Marciano Silva, a quien con este trabajo Elsa Castorela rinde homenaje y reconocimiento. Este talentoso campesino morelense, con valor y conocimiento, utilizó su pluma para dar a conocer la lucha revolucionaria con precisión histórica.
La clasificación de cada género musical, de esta compilación se desarrolla desde un marco conceptual del reportaje histórico, cuyo eje principal es Zapata y el zapatismo, un recorrido histórico que sintetiza la visión de los poetas que acompañaron a Emiliano Zapata en la lucha rebelde y guerrillera durante nueve años, tal es el caso de Marciano Silva, que además sobrevivió a la cruenta guerra que se desató en Morelos,
Elsa Castorela Castro investigadora originaria de Cuernavaca, Morelos, comparte esta compilación musical en la que incluye voces masculinas y femeninas a través del corrido, Son 26 intérpretes del variado género que incluye corrido histórico. Son 23 voces masculinas y 3 voces femeninas presentados en este trabajo de compilación musical.
La historia de Zapata y el zapatismo a través del corridose presentó el viernes primero de abril en el Centro Cultural La Pérgola, en Iguala, Guerrero, comentando esta compilación musical los historiadores, Agur Arredondo Torres y Gil Arturo Ferrer Vicario, en el marco del noveno aniversario de la revista de historia, arte y cultura Reevolución.
Suplemento Guerrero Cultural, en Periodico Pueblo Guerrero, 11 de abril de 2011
http://www.puebloguerrero.com.mx/seccion_cultura.php
La historia de Zapata y el zapatismo a través del corrido, es una compilación musical de la investigadora Elsa Castorela Castro, representa casi 150 años de historia testimonial de la música tradicional del estado de Morelos, un complemento de 33 piezas musicales vertidos en tres discos compactos (cds). Seleccionadas de una colección cercana a 200 composiciones, que por 10 años fue compilado y grabado en estudio y otras en los encuentros de trovadores.
Este trabajo no solamente representa la historia de Zapata y el zapatismo, sino también la historia del propio corrido, la historia de las voces de los trovadores, las brechas generacionales, entre unos y otros, las voces de las mujeres, que dan testimonio de participación en este espacio donde solo es apreciada la presencia masculina.
La gran mayoría de los corridos históricos, las bolas surianas y la canción de amor, son composiciones poéticas de Marciano Silva, a quien con este trabajo Elsa Castorela rinde homenaje y reconocimiento. Este talentoso campesino morelense, con valor y conocimiento, utilizó su pluma para dar a conocer la lucha revolucionaria con precisión histórica.
La clasificación de cada género musical, de esta compilación se desarrolla desde un marco conceptual del reportaje histórico, cuyo eje principal es Zapata y el zapatismo, un recorrido histórico que sintetiza la visión de los poetas que acompañaron a Emiliano Zapata en la lucha rebelde y guerrillera durante nueve años, tal es el caso de Marciano Silva, que además sobrevivió a la cruenta guerra que se desató en Morelos,
Elsa Castorela Castro investigadora originaria de Cuernavaca, Morelos, comparte esta compilación musical en la que incluye voces masculinas y femeninas a través del corrido, Son 26 intérpretes del variado género que incluye corrido histórico. Son 23 voces masculinas y 3 voces femeninas presentados en este trabajo de compilación musical.
La historia de Zapata y el zapatismo a través del corridose presentó el viernes primero de abril en el Centro Cultural La Pérgola, en Iguala, Guerrero, comentando esta compilación musical los historiadores, Agur Arredondo Torres y Gil Arturo Ferrer Vicario, en el marco del noveno aniversario de la revista de historia, arte y cultura Reevolución.
Suplemento Guerrero Cultural, en Periodico Pueblo Guerrero, 11 de abril de 2011
http://www.puebloguerrero.com.mx/seccion_cultura.php
martes, 5 de abril de 2011
Estudian milenarios petrograbados de la Costa Grande
Martes, 05 de Abril de 2011 16:08
Especialistas del INAH confirmaron la presencia de figuras hechas en rocas.
En Guerrero
ESTUDIAN MILENARIOS PETROGRABADOS DE LA COSTA GRANDE
*** Especialistas del INAH confirmaron la presencia de figuras hechas en rocas, a través de filtros fotográficos
*** En Guerrero se tiene registro de más de 800 piedras grabadas, y su mayor presencia se observa en la Costa Grande, cuya antigüedad se calcula de 3000 a.C. a 750 d.C.
Mediante el uso de filtros fotográficos aplicados recientemente a imágenes de petrograbados que se distribuyen a lo largo de la Costa Grande de Guerrero, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) han podido confirmar la presencia de figuras antropomorfas, zoomorfas, puntos y barras que sirvieron para conteos, que fueron grabadas hace miles de años en las rocas y que no se observan a simple vista.
El investigador Rubén Manzanilla López, de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, informó que en el estado de Guerrero se tiene registro de más de 800 rocas grabadas, y su mayor presencia se observa en la región de la Costa Grande, cuya antigüedad se calcula de 3000 a.C. a 750 d.C., y donde desde hace más de dos décadas lleva a cabo el estudio de este arte rupestre.
La Costa Grande de Guerrero es una región que abarca más de 300 kilómetros de largo, comprendida entre la bahía de Acapulco en Guerrero y la desembocadura del río Balsas en los límites de Michoacán. “El trabajo arqueológico en esta zona comenzó en 1986, cuando se realizó un recorrido por el área, del cual se hizo un informe sencillo con fotografías y un plano elaborado a mano donde se interpretaban algunos petroglifos, particularmente de Zihuatanejo”.
“El año pasado se retomó esta labor en las localidades de Coacoyul, La Perica, La Escondida, Soledad de Maciel y Murga, puntos en los que en la época prehispánica se asentó la provincia tributaria de los mexicas llamada Xihuatlán. En estos lugares se hizo la segunda visita a fin de verificar el estado de conservación de los petrograbados, y se pudieron corroborar los diseños que se habían descifrado con anterioridad, así como el registro de otros que no se habían percibido a simple vista en los años 80”.
Lo anterior fue expresado por el especialista durante su participación en las Jornadas Permanentes de Arqueología, cuyas conferencias se realizan mensualmente en el Museo del Templo Mayor, donde detalló que para este nuevo registro de los petroglifos se usaron filtros en las fotografías de los petrograbados, como los de tipo negativo y relieve, además de emplear canales de luces amarillas y verdes; con ello se hicieron evidentes los diseños grabados en las rocas y se obtuvieron nuevas evidencias.
“Por ejemplo, en un petrograbado de Coacoyul se visualizaron círculos concéntricos que no se habían registrado, y se pudo precisar que los pequeños orificios que tiene no eran propios de la piedra sino que habían sido hechos por el hombre, y que posiblemente sirvieron para algún conteo”, explicó el arqueólogo.
De los petroglifos registrados y estudiados recientemente, destacan los de Coacoyul, localidad ubicada a 6 kilómetros de Zihuatanejo; “en este sitio se localizó, en el patio de una casa, una roca grabada de 2 metros de alto por 2.5 de ancho, la cual presenta un personaje antropomorfo de aproximadamente 68 centímetros, con la cabeza circular, el cuerpo alargado y los brazos caídos elaborados con líneas, así como gran cantidad de pequeños hoyuelos”.
Manzanilla López abundó que esta misma roca, en una de sus caras, presenta huellas del afilamiento de cinceles. Estos grabados se ha calculado que fueron realizados entre los periodos Preclásico (2500 a.C.- 200 d.C.) y Clásico (200 - 650 d.C.).
“Cerca de este predio hay otras dos piedras con petrograbados, la primera tiene una cuenta de números, la otra presenta varias concavidades que se conocen como pocitos, elementos que posiblemente se utilizaron como morteros para moler o para acumular agua de lluvia, dichas oquedades circulares y ovaladas tienen una dimensión aproximada de 10 centímetros de diámetro por 6 de profundidad.
“Estos pozuelos u ojos de dios, como también los nombran los lugareños, son elementos muy comunes en Guerrero, por ejemplo, sólo en el municipio de Petatlán se han localizado 273 piedras con estas características”, destacó el arqueólogo del INAH.
Otro de los sitios en los que se hizo el registro, fue el de La Perica, ubicada a un kilómetro de Zihuatanejo, “ahí hay una roca de 1.80 por 2 metros con una figura parecida a un peine, junto a ésta se observa la representación de una cabeza con un penacho, círculos concéntricos, y el dibujo de un templo y una serpiente, diseños que pertenecen al periodo Posclásico, 450 a 1300 de nuestra era”.
En esta misma zona, en la cima de un cerro, abundó Manzanilla López, se localizó otra enorme piedra de 1.40 por 1.30 metros, la cual está rota y al parecer fue arrastrada hasta ese sitio, posee representaciones solares (discos con líneas alrededor), un círculo dividido en cuatro partes y dos figuras que parecen nubes o narigueras semejantes a las de Tláloc, dios de la lluvia”.
Por otro lado, en el sitio La Escondida se fotografió una roca que tiene grabada una figura circular, el rostro de una mujer, un cuerpo antropomorfo, pequeñas caras y líneas onduladas que parecen estar representando corrientes de agua. Las figuras datan de finales del periodo Posclásico Tardío (1300-1500 d.C.).
En el caso de Soledad de Maciel, en el cerro de Los Brujos se registró un petrograbado que la población denomina El barco, el cual tiene una representación solar, un personaje, dos proyectiles en dirección contraria y líneas onduladas que también harían alusión a un río; dados los elementos grabados en la superficie de esta roca se piensa que posiblemente estén relacionados con el tema de la conquista de un pueblo, comentó Rubén Manzanilla.
Finalmente, en el poblado de Murga está La Piedra del Mono, que mide ocho metros de largo por dos de ancho en su parte más gruesa, posee trazos de soles, cuerpos humanos y un cráneo descarnado de estilo mexica, que fue grabado posteriormente, tal vez como prueba del dominio de este pueblo.
De acuerdo con el arqueólogo Rubén Manzanilla, estos son sólo algunos de los ejemplos del patrimonio creado en las enormes piedras volcánicas de la Costa Grande, “las cuales requieren ser conservadas y cuidadas no sólo por los especialistas sino por las comunidades donde se encuentran estos “pedazos de la historia”, finalizó.
http://www.inah.gob.mx/index.php/boletines/8-investigaciones-y-estudios-historicos/4961-estudian-milenarios-petrograbados-de-la-costa-grande
lunes, 4 de abril de 2011
Las dos muertes de Juan R. Escudero/I
PACO IGNACIO TAIBO II
Los primeros treinta
La música llega al jardín de las ventanas abiertas y la veranda; una orquesta pueblerina está tocando un vals en el salón. Una singular cadena de tradiciones reúne a la fiesta en casa de los comerciantes ricos con los pobres que escuchan, incluso las reglas no escritas de las costumbres hacen que la distancia sea de unos diez metros entre el porche y los mirones, acodados en los árboles, sentados bajo los mangos.
El invitado se acerca a la casona cruzando el jardín; viste un traje blanco de tres piezas y botas negras de montar sobre los pantalones. Al cruzar entre el centenar de pueblerinos que observan, saluda a uno aquí y allá: un lanchero, una sirvienta, un estibador y sus hijos. El vals sigue sonando. El invitado camina hacia la casa donde en el calor furibundo de la noche del trópico las mujeres y los jóvenes hijos de los ricos del pueblo bailan y sudan. Cuando está a punto de llegar a la casa, el joven invitado duda y se detiene. Durante un instante queda detenido entre el mundo del pueblo que mira y escucha y los ricos que bailan.
Luego, se decide y camina de regreso. Se detiene ante una gorda matrona que vende pescado en el mercado, se quita las botas y las deposita a su lado y le pide que baile con él. La mujer se ríe.
Bailan en el jardín con la música que llega de lejos, ambos descalzos, como todos los demás que los rodean. Bailan un poco torpes, el mismo vals que bailan en el interior de la casa.
Nunca pude saber qué vals era. La historia me la contó un viejo, que había sido uno de los niños que rodeaban a los bailarines, o que eso creía recordar, o que se la habían contado, o que se la había narrado alguien a quien a su vez se la habían contado; pero describía con precisión el traje blanco de Juan, los árboles en el jardín. Y en su memoria propia o generada en el pozo sin fondo de los mitos populares, resaltaba la historia de las botas:
“Y se quitó las pinches botas para bailar descalzo”. De tal manera que la sabia memoria rescataba lo importante, no importaba que se hubiera perdido el nombre del vals.
El día en que me narraron esta historia Juan llevaba sesenta años de muerto, estábamos en Acapulco y sus restos eran trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres. No me atrevía a usar la historia en la primera revisión del libro que había escrito con Rogelio Vizcaíno, tenía un tono hollywoodiano que la hacía poco creíble. Hoy la rescato mientras en el recuerdo colectivo de Juan, que hoy es también el mío, queda claro que no sólo bailó con los pobres, sino que se quitó las botas para bailar descalzo.
Los primeros treinta
Al niño que nació el 27 de mayo de 1890 le pusieron Juan Ranulfo. El padre era un comerciante español que levantaba familia por segunda vez, Francisco Escudero y Espronceda, de cuarenta y cuatro años, nativo de Torrelavega, provincia de Santander; su madre, doña Irene Reguera, era de Ometepec, Guerrero, y tenía catorce años menos que su marido, pero compensaba su menor edad con una peculiar fortaleza, una imagen de reciedumbre de la que no estaba exenta el que fumara puros.
Juan Ranulfo Escudero Reguera tuvo por padrinos a dos comerciantes gachupines amigos de la familia: Rufilo de Orve y Ernesto Azaola. El lugar del hecho era el puerto de Acapulco, paraíso tropical mexicano dejado de la mano de Dios y férreamente atrapado por las manos de algunos hombres.
Juan R. creció en el seno de una familia acomodada que poseía terrenos en Río Grande y Las Palmeras, casas y un comercio de telas y abarrotes. Hijo de uno más de los “gachupines” (años más tarde el padre de Juan usaría una frase para distinguirse: “Tus enemigos son gachupines, yo soy español”), aquellos iberos de origen agrario y pocas luces intelectuales que habían llegado con el siglo a tierras nuevas para “hacer la América” a base de sudar abundantemente, jornada de catorce horas de mostrador, malicia primitiva en el negocio (comprar barato y no vender muy caro), explotación feroz de parientes y empleados, y cuyo sueño era enriquecerse y retornar para edificar en el pueblo de origen una iglesia que perpetuara su gloria y plantar una palmera en su mansión que recordara “la América”; personajes clásicos, racistas en casi todas las costumbres menos en las del sexo y el dinero.
Francisco Escudero, a pesar de ser comerciante, español y vivir en Acapulco, era un hombre honrado (como se verá más tarde, estas características no dejan de ser sorprendentes), Juan R. fue el primero de los hijos de ese matrimonio al que siguieron María, Fulgencio, Francisco y Felipe.
A partir de los siete años, Juan estudió en la Escuela Real, y se dice que fue importante en su formación el humanismo de un profesor suyo, Eduardo Mendoza.
Alejandro Martínez, biógrafo de Escudero, cuenta:
[…] acompañaba a sus amigos hasta sus hogares y era en ellos donde palpaba más la pobreza de sus moradores. Veía cómo casi todos dormían sobre petates en el suelo. Los niños mal vestidos, con una alimentación deficiente. Contempló cómo los enfermos se morían porque no tenían dinero para comprar las medicinas necesarias.
En plena adolescencia fue enviado por su padre a estudiar a Oakland, California; lo que no deja de ser inusitado en un mundo cuyas costumbres hacían que los primogénitos no estuvieran obligados a estudiar más que rudimentos de contabilidad para asumir rápidamente la continuidad del negocio familiar. Extrañamente, resultaba entonces más fácil para una familia acomodada enviar a sus hijos a estudiar a la costa oeste de los Estados Unidos que a la Ciudad de México, con la que no había comunicación por carretera. Escudero estudió en el Saint Mary’s College secundaria y el oficio de mecánico electricista.
Los historiadores que han seguido la trayectoria del personaje discrepan sobre las fechas de su estancia allá. Mientras unos lo hacen permanecer de 1907 a 1910, otros dicen que regresó a México en 1907 a causa de una enfermedad.
Es difícil saber si en aquellos años conoció personalmente a Ricardo Flores Magón, el hombre que organizaba con una singular propuesta anarquista y agrarista la revolución contra la dictadura de Porfirio Díaz y que realizaba desde el exilio una fuerte labor de propaganda.
Bien sea por su conocimiento directo del magonismo, o por una influencia indirecta de éste, Juan R. regresó a Acapulco dispuesto a romper con su pasado de hijo de comerciante español y lo que esto implicaba en el puerto.
Poco después de su llegada construyó una lancha de motor a la que bautizó como La Adelina (en recuerdo de Adelina Loperetagui, una novia que había tenido) y se dedicó a organizar excursiones a la cercana isla de la Roqueta y labores en la descarga de los barcos. En contacto con pescadores y estibadores, comenzó un trabajo de organización que culminó hacia los primeros meses de 1913 con la fundación de la Liga de Trabajadores a Bordo de los barcos y tierra, que combatió por jornada de ocho horas, aumento de salario, descanso dominical, pago a la semana en moneda nacional y protección contra accidentes.
Juan además chocó contra los contratadores norteamericanos que reclutaban acapulqueños para la recolección de café en Chiapas ofreciendo salarios muy bajos. Exigió salario mínimo de tres pesos diarios, levantando un importante movimiento.
Su labor como organizador sindical lo enfrentó con el monopolio comercial y este utilizó al jefe militar de la zona, Silvestre Mariscal, quien expulsó a Escudero de Acapulco en 1915.
De 1915 a 1918 Juan R. vive la vida de un exiliado, dentro de su país pero fuera de su patria chica. De Acapulco viaja a Salina Cruz. Persigue durante meses una entrevista con Venustiano Carranza, el caudillo triunfante en la lucha de facciones en la que había desembocado la Revolución Mexicana. Juan había escrito un memorial en el que pedía:
Financiamiento para que fuera el sindicato el encargado de comercializar los alimentos de primera necesidad, y evitar que el monopolio gachupín matara de hambre a toda la población, incluido el ejército; pedía la expropiación de terrenos para fundar una colonia obrera fuera de la ciudad y con parcelas de cultivo para que los obreros se ayudaran con la agricultura, terrenos pagaderos a cinco años y bajo algún título que los hiciera inenajenables, dado que hasta las casuchas que habitaban en el puerto eran propiedad de las casas comerciales españolas, y con facilidad los despojaban de ellas, pedía también un local social para la agrupación que además de oficina sirviera de escuela, teatro y cine instructivo.
Nunca obtendrá la entrevista.
De ahí se transporta a la capital de México, donde se reúne con su hermano Fulgencio. Trabaja como inspector de jardines, establece relaciones con los anarquistas y pasa las tardes en la Casa del Obrero Mundial. Parte después a Veracruz, y ahí sostiene correspondencia con Ricardo Flores Magón. Más tarde vive en Tehuantepec, donde es secretario del juzgado. Ahí aprende los usos legales de la época y estudia detenidamente la recién promulgada Constitución de 1917. En agosto de 1918 regresa a Acapulco.
Ha sido la suya una peregrinación a la espera del retorno. Ha buscado infructuosamente el apoyo a su proyecto de los revolucionarios triunfantes y ha recibido la influencia de las organizaciones sindicales. El país ofrecía en aquellos años vertiginosos sobradas posibilidades vitales para el joven Escudero, pero este tiene una deuda que saldar. Cuando Juan R. vuelve al puerto aún no ha cumplido treinta años.
La Jornada, 03 de abril de 2011
http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2011/04/03/index.php?section=sociedad&article=006n1soc
Los primeros treinta
La música llega al jardín de las ventanas abiertas y la veranda; una orquesta pueblerina está tocando un vals en el salón. Una singular cadena de tradiciones reúne a la fiesta en casa de los comerciantes ricos con los pobres que escuchan, incluso las reglas no escritas de las costumbres hacen que la distancia sea de unos diez metros entre el porche y los mirones, acodados en los árboles, sentados bajo los mangos.
El invitado se acerca a la casona cruzando el jardín; viste un traje blanco de tres piezas y botas negras de montar sobre los pantalones. Al cruzar entre el centenar de pueblerinos que observan, saluda a uno aquí y allá: un lanchero, una sirvienta, un estibador y sus hijos. El vals sigue sonando. El invitado camina hacia la casa donde en el calor furibundo de la noche del trópico las mujeres y los jóvenes hijos de los ricos del pueblo bailan y sudan. Cuando está a punto de llegar a la casa, el joven invitado duda y se detiene. Durante un instante queda detenido entre el mundo del pueblo que mira y escucha y los ricos que bailan.
Luego, se decide y camina de regreso. Se detiene ante una gorda matrona que vende pescado en el mercado, se quita las botas y las deposita a su lado y le pide que baile con él. La mujer se ríe.
Bailan en el jardín con la música que llega de lejos, ambos descalzos, como todos los demás que los rodean. Bailan un poco torpes, el mismo vals que bailan en el interior de la casa.
Nunca pude saber qué vals era. La historia me la contó un viejo, que había sido uno de los niños que rodeaban a los bailarines, o que eso creía recordar, o que se la habían contado, o que se la había narrado alguien a quien a su vez se la habían contado; pero describía con precisión el traje blanco de Juan, los árboles en el jardín. Y en su memoria propia o generada en el pozo sin fondo de los mitos populares, resaltaba la historia de las botas:
“Y se quitó las pinches botas para bailar descalzo”. De tal manera que la sabia memoria rescataba lo importante, no importaba que se hubiera perdido el nombre del vals.
El día en que me narraron esta historia Juan llevaba sesenta años de muerto, estábamos en Acapulco y sus restos eran trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres. No me atrevía a usar la historia en la primera revisión del libro que había escrito con Rogelio Vizcaíno, tenía un tono hollywoodiano que la hacía poco creíble. Hoy la rescato mientras en el recuerdo colectivo de Juan, que hoy es también el mío, queda claro que no sólo bailó con los pobres, sino que se quitó las botas para bailar descalzo.
Los primeros treinta
Al niño que nació el 27 de mayo de 1890 le pusieron Juan Ranulfo. El padre era un comerciante español que levantaba familia por segunda vez, Francisco Escudero y Espronceda, de cuarenta y cuatro años, nativo de Torrelavega, provincia de Santander; su madre, doña Irene Reguera, era de Ometepec, Guerrero, y tenía catorce años menos que su marido, pero compensaba su menor edad con una peculiar fortaleza, una imagen de reciedumbre de la que no estaba exenta el que fumara puros.
Juan Ranulfo Escudero Reguera tuvo por padrinos a dos comerciantes gachupines amigos de la familia: Rufilo de Orve y Ernesto Azaola. El lugar del hecho era el puerto de Acapulco, paraíso tropical mexicano dejado de la mano de Dios y férreamente atrapado por las manos de algunos hombres.
Juan R. creció en el seno de una familia acomodada que poseía terrenos en Río Grande y Las Palmeras, casas y un comercio de telas y abarrotes. Hijo de uno más de los “gachupines” (años más tarde el padre de Juan usaría una frase para distinguirse: “Tus enemigos son gachupines, yo soy español”), aquellos iberos de origen agrario y pocas luces intelectuales que habían llegado con el siglo a tierras nuevas para “hacer la América” a base de sudar abundantemente, jornada de catorce horas de mostrador, malicia primitiva en el negocio (comprar barato y no vender muy caro), explotación feroz de parientes y empleados, y cuyo sueño era enriquecerse y retornar para edificar en el pueblo de origen una iglesia que perpetuara su gloria y plantar una palmera en su mansión que recordara “la América”; personajes clásicos, racistas en casi todas las costumbres menos en las del sexo y el dinero.
Francisco Escudero, a pesar de ser comerciante, español y vivir en Acapulco, era un hombre honrado (como se verá más tarde, estas características no dejan de ser sorprendentes), Juan R. fue el primero de los hijos de ese matrimonio al que siguieron María, Fulgencio, Francisco y Felipe.
A partir de los siete años, Juan estudió en la Escuela Real, y se dice que fue importante en su formación el humanismo de un profesor suyo, Eduardo Mendoza.
Alejandro Martínez, biógrafo de Escudero, cuenta:
[…] acompañaba a sus amigos hasta sus hogares y era en ellos donde palpaba más la pobreza de sus moradores. Veía cómo casi todos dormían sobre petates en el suelo. Los niños mal vestidos, con una alimentación deficiente. Contempló cómo los enfermos se morían porque no tenían dinero para comprar las medicinas necesarias.
En plena adolescencia fue enviado por su padre a estudiar a Oakland, California; lo que no deja de ser inusitado en un mundo cuyas costumbres hacían que los primogénitos no estuvieran obligados a estudiar más que rudimentos de contabilidad para asumir rápidamente la continuidad del negocio familiar. Extrañamente, resultaba entonces más fácil para una familia acomodada enviar a sus hijos a estudiar a la costa oeste de los Estados Unidos que a la Ciudad de México, con la que no había comunicación por carretera. Escudero estudió en el Saint Mary’s College secundaria y el oficio de mecánico electricista.
Los historiadores que han seguido la trayectoria del personaje discrepan sobre las fechas de su estancia allá. Mientras unos lo hacen permanecer de 1907 a 1910, otros dicen que regresó a México en 1907 a causa de una enfermedad.
Es difícil saber si en aquellos años conoció personalmente a Ricardo Flores Magón, el hombre que organizaba con una singular propuesta anarquista y agrarista la revolución contra la dictadura de Porfirio Díaz y que realizaba desde el exilio una fuerte labor de propaganda.
Bien sea por su conocimiento directo del magonismo, o por una influencia indirecta de éste, Juan R. regresó a Acapulco dispuesto a romper con su pasado de hijo de comerciante español y lo que esto implicaba en el puerto.
Poco después de su llegada construyó una lancha de motor a la que bautizó como La Adelina (en recuerdo de Adelina Loperetagui, una novia que había tenido) y se dedicó a organizar excursiones a la cercana isla de la Roqueta y labores en la descarga de los barcos. En contacto con pescadores y estibadores, comenzó un trabajo de organización que culminó hacia los primeros meses de 1913 con la fundación de la Liga de Trabajadores a Bordo de los barcos y tierra, que combatió por jornada de ocho horas, aumento de salario, descanso dominical, pago a la semana en moneda nacional y protección contra accidentes.
Juan además chocó contra los contratadores norteamericanos que reclutaban acapulqueños para la recolección de café en Chiapas ofreciendo salarios muy bajos. Exigió salario mínimo de tres pesos diarios, levantando un importante movimiento.
Su labor como organizador sindical lo enfrentó con el monopolio comercial y este utilizó al jefe militar de la zona, Silvestre Mariscal, quien expulsó a Escudero de Acapulco en 1915.
De 1915 a 1918 Juan R. vive la vida de un exiliado, dentro de su país pero fuera de su patria chica. De Acapulco viaja a Salina Cruz. Persigue durante meses una entrevista con Venustiano Carranza, el caudillo triunfante en la lucha de facciones en la que había desembocado la Revolución Mexicana. Juan había escrito un memorial en el que pedía:
Financiamiento para que fuera el sindicato el encargado de comercializar los alimentos de primera necesidad, y evitar que el monopolio gachupín matara de hambre a toda la población, incluido el ejército; pedía la expropiación de terrenos para fundar una colonia obrera fuera de la ciudad y con parcelas de cultivo para que los obreros se ayudaran con la agricultura, terrenos pagaderos a cinco años y bajo algún título que los hiciera inenajenables, dado que hasta las casuchas que habitaban en el puerto eran propiedad de las casas comerciales españolas, y con facilidad los despojaban de ellas, pedía también un local social para la agrupación que además de oficina sirviera de escuela, teatro y cine instructivo.
Nunca obtendrá la entrevista.
De ahí se transporta a la capital de México, donde se reúne con su hermano Fulgencio. Trabaja como inspector de jardines, establece relaciones con los anarquistas y pasa las tardes en la Casa del Obrero Mundial. Parte después a Veracruz, y ahí sostiene correspondencia con Ricardo Flores Magón. Más tarde vive en Tehuantepec, donde es secretario del juzgado. Ahí aprende los usos legales de la época y estudia detenidamente la recién promulgada Constitución de 1917. En agosto de 1918 regresa a Acapulco.
Ha sido la suya una peregrinación a la espera del retorno. Ha buscado infructuosamente el apoyo a su proyecto de los revolucionarios triunfantes y ha recibido la influencia de las organizaciones sindicales. El país ofrecía en aquellos años vertiginosos sobradas posibilidades vitales para el joven Escudero, pero este tiene una deuda que saldar. Cuando Juan R. vuelve al puerto aún no ha cumplido treinta años.
La Jornada, 03 de abril de 2011
http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2011/04/03/index.php?section=sociedad&article=006n1soc
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