Yanireth Israde / Agencia Reforma
Ciudad de México
A Sara Castrejón no la espantaban los hombres que cargaban fusiles. Mientras la mayoría de las mujeres huía de los soldados, ella aguardaba serena para que la llevaran al paredón de fusilamiento: era la única fotógrafa de Teloloapan, Guerrero, la única también que acudía de madrugada al cementerio del pueblo para disparar junto con la tropa, ella su cámara, ellos sus armas de fuego sobre el enemigo.
Fue la primera que retrató la Revolución Mexicana, revelan las investigaciones del etnólogo Samuel Villela, autor del libro Sara Castrejón. Fotógrafa de la Revolución, que se presentó ayer, a las 19:30 horas, en el Centro de la Imagen.
Hasta ahora se pensaba que la estadunidense Esther Eva Strauss, con sus imágenes sobre la batalla de Ciudad Juárez en mayo de 1911, era la precursora, “pero ahora descubrimos que Castrejón se adelantó”, enfatizó Villela.
Desde el balcón de su estudio en la céntrica calle de Iturbide, la fotógrafa de Guerrero capturó en abril de ese mismo año el ingreso de tropas de Madero a Teloloapan, población de Guerrero considerada como la entrada a la Tierra Caliente. “Por ahí”, recordó Villela, “pasaba todo el mundo: maderistas, salgadistas, carrancistas, huertistas, pronunciados, federales...”.
Castrejón, nacida en 1888, estudió en la escuela de niñas y aprendió, como otras mujeres de su época, a preparar postres, pan y licores. Supo además bordar, pintar óleos y elaborar artesanías que su familia comercializaba. Pero se propuso incursionar también en un oficio de varones, la fotografía, que estudió en la ciudad de México durante los primeros años del siglo 20.
El censo de 1910 informaba que 14 mujeres trabajaban como fotógrafas profesionales en México. Y sólo la obra de Castrejón perduró.
Pero incluso de ella se conserva apenas una parte. No queda rastro de sus cámaras, sus negativos o sus bitácoras de trabajo, una cuestión que Villela atribuye al hecho de que no tuvo descendencia y la casa que habitó quedó en el abandono y fue saqueada.
Villela, quien descubrió por casualidad la producción de la fotógrafa, calcula que tomó unas 2 mil o 3 mil imágenes del movimiento armado, sin contar el resto de sus fotos, por ejemplo paisajes, edificaciones, escenas y lugares emblemáticos de Teloloapan o retratos.
El investigador ha podido conocer apenas 500, de las cuales alrededor de 150 aparecen en el libro publicado por el INAH.
Para armar la semblanza de esta pionera, el etnólogo incorporó testimonios de sus familiares, que la recuerdan como una mujer de recio carácter que nunca se casó.
Cuenta Villela que sus sobrinas le preguntaban si no le daba miedo fotografiar los fusilamientos en el camposanto, ella respondía que no, para eso la estaban contratando.
“Sabemos que cuando iban por ella para fotografiar estos fusilamientos, todas las demás mujeres corrían a esconderse”.
Las fotografías de Castrejón abarcaron toda la década convulsa y continuaron hasta los años 50, en un registro que abarcó diversos sucesos, por ejemplo el hallazgo en Ixcateopan, a finales de los años 40, de unos restos óseos que entonces se atribuyeron al emperador Cuauhtémoc. También retrató las obras públicas en Teloloapan, la visita de gobernadores –por ejemplo Lázaro Cárdenas– festividades religiosas o celebraciones de su pueblo.
Si algo se mantuvo constante durante su prolongado idilio con la fotografía fue su predilección por los detalles, observó Villela.
“Hay muchas fotos donde se advierte esta mirada femenina, una mirada cuidada, sutil, que nos indica otra perspectiva”.
Quizá su condición de género le permitió reconocer y capturar el gesto de extrañeza de un sentenciado a muerte como Teódulo Cisneros o asomó también en la forma de decorar los ambientes, profuso en ocasiones o flores, o al retratar a combatientes con sus hijos y consortes.
Ha pasado exactamente un siglo desde que Castrejón tomó su primera foto de la Revolución y apenas ahora comienza a valorarse su legado. ¿Cuántas Saras Castrejón no habrá en México?
“No lo sabemos. Ojalá con este libro puedan aflorar más Saras Castrejón”, confióVillela.
Abono para la “historia matria”
El reconocimiento de un personaje como la fotógrafa Sara Castrejón permite recuperar la “historia matria”, dijo la investigadora Rebeca Monroy en la presentación del volumen escrito por Samuel Villela.
Esta “historia matria”, por la que aboga el autor del libro, se opone a la historia patria, oficial, congelada y maniquea, agregó.
Rebeca Monroy fue una de las presentadores de la obra, que también comentaron ayer el investigador John Mraz y el historiador Jesús Guzmán.
El Sur, 04 de mayo de 2011
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