Desde hace 29 años vende combas, cacahuates y huaraches
Vendedor de semillas, un testigo del crecimiento y urbanización de Azueta
Zihuatanejo, 27 de diciembre. Se sienta paciente con su carretilla en la esquina de las combis que van a la comunidad de Coacoyul. Ahí está don Erasmo Echeverría Barrera, a la espera de que compren sus semillas, tal y como vende desde hace más de 29 años en el puerto.
Echeverría Barrera cuenta que le ha tocado presenciar cómo se construyó el desarrollo turístico de Ixtapa a la par de la urbanización de Zihuatanejo: “A mí me tocó construir los primeros hoteles de Ixtapa, cuando todavía no estaba, ahí anduve de albañil trabajando”.
Originario de Cantón de Guerrero, en el municipio de Ajuchitlán del Progreso, en la región de Tierra Caliente, Echeverría Barrera recuerda que llegó al puerto en busca de trabajo: “yo me vine joven acá, porque en mi tierra no había trabajo, nada de trabajo había, allá trabajaba pasando gente, burros, toros en un barco de madera en el río Balsas. Pasábamos a la gente, ahora ya hay puente, antes no, me gritaban ‘órale guache bájate a darle el golpe al barco’, de eso trabajé”.
Relata que al llegar a Zihuatanejo, no existían calles ni había urbanización, “pura palmera en Zihua, no había nada, todo eran palmeras, la laguna Las Salinas sobrepasaba, era pura agua”.
Expresa que se dedicó a vender semillas porque “hay mucha gente de Tierra Caliente, aquí viene a comprarme las combas, la pipiana, el cacahuate, frijol judío, huamúchil, huaraches que los traigo de Altamirano, pero sale más barato en Tlapehuala… La comba se come con todo, en todo la guisas, hasta tiene un verso:
‘Ajuchitlán de las combas qué comida tan sagrada, con su rama de epazote, que manteca ni que nada’”, recita el vendedor.
Echeverría Barrera expresa que tiene dos hijos a los que sacó adelante con la venta de sus semillas: “yo quise fueran personas diferentes, tengo un doctor y una mujer que se casó, pero les di todo para que fueran mejores que yo”.
Con aspecto agobiado por el sol, Echeverría Barrera recuerda que hace unos años todavía vendía bien, pero lamenta que los turistas ya no abunden y la situación de violencia esté “en todas partes”.
A sus 70 años, el vendedor recuerda cuando no hubo caminos en la región de Tierra Caliente y el boleto en “el chilolo” tuvo precio de siete pesos, “ahora te gastas 130 pesos, 50 para andar en pasaje allá, como sea, 50 son un gasto. Todo subió, sale más caro, todo cuesta y no hay dinero”.
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Consulta en:
http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2011/12/30/index.php?section=sociedad&article=006n2soc
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