domingo, 1 de septiembre de 2013

Hermilo Castorena Noriega

Manuel S. Leyva Martínez

Por un telefonema amable pero doloroso, que recibí el domingo a temprana hora del maestro y poeta Jaime Solís Robledo, fui enterado del fallecimiento del eximio escritor Hermilo Castorena Noriega y posteriormente lo confirmaron Isaías Alanís, Margarito Rodríguez, Salvador Albarrán y sigue llegando a mi computadora la triste noticia, que mucho agradezco y me permite comentar en apretada síntesis, una imagen biográfica de la ejemplar trayectoria en el arte y la cultura del maestro Castorena.

En los años 40 procedente de la jarocha ciudad de Veracruz arribó a Iguala, Guerrero, capital de la Independencia Nacional, este joven y modesto telegrafista, cuya imagen cordial y franca mano abierta ganó el afecto de los lugareños, especialmente en el medio radiofónico y periodístico. Su visión y anhelo de superar niveles profesionales y familiares obligaron su traslado a Chilpancingo.

Su primer contacto y amistad permanente fue con el jefe de la Oficina de Telégrafos, escritor y poeta Don Carlos Gómez, quien lo presentó con lo más granado de la cultura, del medio político y social de Ciudad Bravo. Su palabra sonora, su fraternidad y su talento literario contribuyeron para que incursionara en el medio incipiente de radiolocución y periodismo, ambos medios a los que dio nombradía de auténtico profesionista y fue crisol de superación, principalmente como fundador del Diario “VÉRTICE”, que al paso del tiempo ha permanecido y sostenido la calidad y veracidad de la noticia con innovaciones en sus planas, portadoras de poesía, arte, diseño y preferencia cultural en su amplia gama, destacando por muchos años ingeniosos epigramas de la vox populi y los firmados por Aristarco, ilustre seudónimo de Hermilo Castorena Noriega.

Por la brevedad del espacio me concreto a destacar que las letras guerrerenses se cubrieron de lauros con la promoción literaria del maestro Castorena, siendo uno de sus tributos mayores la edición de los siete lujosos y académicos tomos de la Enciclopedia Guerrerense, que coordinó bajo exigente disciplina con reconocidos talentos, integrantes del Círculo de Escritores Guerrerenses, que previamente había formado.
Durante mis vacaciones anuales a Chilpancingo, religiosamente visitaba su hogar y eran memorables las tertulias con poetas, escritores y artistas, que irremediablemente, si coincidía en día jueves, terminábamos consumiendo pozole y mezcal en algún rincón gastronómico, siendo los preferidos en “ca doña Docha” o El Laurel de Carmelita Lahud.

Páginas de un grueso volumen formaría la narración de las vivencias con el ahora muy llorado maestro Castorena Noriega, si intentara mencionar todos sus escritos, poemas, ensayos y prosa como autorizado cronista de la ciudad y como el único intelectual chilpancingueño nacido en Veracruz, (por personal y legítima devoción). Que con loable vocación integró la Biblioteca de más de 20 mil libros de autores y temas de Guerrero.

Termino por esta ocasión y con bastante brevedad, una fraterna remembranza, haciendo constar que mi hermano Hermilo, era y lo será en la eternidad, el más devoto cultivador y guardián del parnaso estelar de la cultura en el inmortal Estado de Guerrero.

Periódico Pueblo Guerrero, 02 de septiembre de 2013

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