Karla Galarce Sosa
La primera mexicana que fotografió la Revolución, la guerrerense Sara Castrejón, era de carácter fuerte, principios sólidos, decidida, comprometida con su trabajo, adelantada a su época y sobre todo, poseía una libertad ideológica que nunca le hizo perder la feminidad.
Algunos relatos de la vida de la fotógrafa, fueron pronunciados, a partir de una gran cantidad de fotografías que le fueron legadas a su sobrina, Consuelo Castrejón de Del Rayo; a quien este medio entrevistó un par de días después de la presentación del libro Sara Castrejón, Fotógrafa de la Revolución, obra integrada por el investigador Samuel Villela Flores.
Orgullosa de “las tías”, Consuelo Castrejón contó que a sus dos años de edad, sus padres la dejaron en Teloloapan para hacer compañía a Sara y a Dorotea; ambas hermanas de su padre Simón Castrejón.
“A diferencia de otras personas, yo crecí entre fotografías”, dijo mientras mostraba imágenes en sepia y grises, tamaño postal y media carta, algunas con marcos de cartoncillo decorado que una a una, fueron colocadas por Consuelo en la mesa de su casa, ubicada en el fraccionamiento Marroquín, lugar donde se realizó esta entrevista ayer al mediodía.
Para Consuelo, el legado fotográfico no fue todo de las señoritas Castrejón (Sara y Dorotea), sino que se dijo admirada de la plenitud con la que vivió su familia, pese a que el único en tener descendencia fuera su padre.
–¿Alguna vez escuchó comentarios de su tía Sara respecto a que le hiciera falta hacer algo en la vida?
–No. Ellas vivieron una vida muy plena, vivían para la fotografía y gran parte de su tiempo lo dedicaron a ello –respondió sobre la pareja de hermanas, quienes siempre se acompañaron de Joaquín, quien cargaba el equipo fotográfico de Sara cuando se solicitaba alguna toma fuera del estudio, ubicado en calle Iturbide número 2 en Teloloapan.
Describió ese domicilio como una gran casa donde, la parte trasera, sirvió las veces de estudio y al que sus altas paredes, cubrían enormes telones de manta que eran pintados al óleo por Dorotea.
Para Consuelo, las lecciones de vida que le fueron heredadas han adquirido otra dimensión desde que se realizó una investigación sobre su pasado familiar, pues consideró que el resultado del trabajo de años de investigación de Villela Flores, le permitieron compartir con otras personas un pasado que ahora revive con las fotografías.
“Cuando hablaba con mis hijos de mi vida con ‘las tías’ pues lo asumían como algo común, pero ahora, escuchar de otras personas lo que ellas hicieron es distinto, porque ellas dejaron de ser ‘las tías’ y ahora son parte importante de la historia”, resaltó orgullosa.
Aseguró que su tía Sara, particularmente, “supo ganarse el respeto de la tropa, de los oficiales y cuando eran solicitados sus servicios en algún lugar del campo, había un grupo de soldados que la llevaban y traían a su casa, porque ellas siempre fueron respetadas”.
De las conversaciones que recuerda en la casa de Iturbide número dos, a sus escasos diez años, Consuelo rememoró las conversaciones de los hermanos, donde abordaba temas diversos, desde la política, hasta el modo en que solucionarían la cobranza de sus rentas.
“Ellas tenían una vida social muy peculiar, porque esa casa era visitada, lo mismo por un general, un obispo o gente del pueblo”, declaró.
Aunque la mayor cantidad de imágenes compartidas pertenecen al período de la Revolución, Consuelo Castrejón, expuso que lo que ella vivió en el estudio de las señoritas Castrejón, fue la producción de cientos de fotografías de vida social, puesto que familias enteras, parejas o individuos pedían retratos como recuerdos.
También iban a retratar a los muertos en sus cajas acompañados por la familia antes de ser enterrados.
La historia de vida de la fotógrafa teloloapense Sara Castrejón, fue reconstruida mediante anécdotas y fotografías que el investigador del INAH, Samuel Villela Flores integró en el libro que fue presentado el jueves por la noche en el Fuerte de San Diego.
El legado de Sara una veta por explorar
Villela Flores hizo referencia a que el legado de Sara surgió a partir de la publicación de su obra Los Salmerón, un siglo de fotografía en Guerrero y, “como ‘los encuentros con la vida’, así como dijo mi colega Rebeca Monroy, nos llevó al esposo de Consuelo Castrejón de Del Rayo que generosamente nos permitió copiar todo el materia y que posteriormente hallamos otros materiales en la Ciudad de México y en Teloloapan y con este material comenzamos a construir la biografía de la primera mujer que a nivel mundial tomó fotos de una guerra y la primera que tomó fotografías de la Revolución, a partir de la toma de Teloloapan el 6 de abril de 1911”, dijo en entrevista.
Sobre la obra de Sara Castrejón Reza, el investigador, dijo que inició en 1911, pero que prolongó a lo largo de una década.
“Ella toma fotografías, retratos, algunas fotos documentales de todas las acciones que pasan por su tierra; ella es una mujer profesional que retrata a quien se lo pide, a quien le paga sus honorarios y en esta medida, este oficio nos ha dejado una galería de imágenes muy interesantes porque nos permite conocer a los actores, a mitad de este proceso convulso, dramático que fue la Revolución en un ámbito local. Ahora, sabemos quiénes fueron de todas las acciones: carrancistas, maderistas, huertistas, los vemos en sus retratos, su efigie que nos enriquece”, dijo.
Es posible, continuó, pero creo que hay una mirada femenina en la Revolución, en la mirada de Sara Castrejón.
Aseguró que muchos detalles de la puesta en escena, del montaje de sus retratos, indican que Sara va más allá de lo que pudo haber hecho un fotógrafo varón. “Su forma de exponer ciertos elementos, le permite construir su mirada, una mirada que la hace que sea la mirada femenina de la Revolución, porque no hay otra documentada que nos haya mostrado un registro fotográfico de la Revolución. Creo que estamos ante una veta de investigación muy importante que nos va a permitir encontrar muchas cosas de la singularidad que de por si tiene esta excepcional esta guerrerense, teloloapense”.
Hasta antes que comenzara la investigación, expuso, sólo se tenían referencias de Natalia Baquedano como la primera mujer fotógrafa de la cual se tengan referencias. “Ella, Natalia instala su estudio fotográfico en la Ciudad de México, sólo dos años después de que naciera Sara Castrejón; algunos investigadores comentan que en 1890 ella puso su estudio y era, hasta hace poco, dentro de la historia de la fotografía mexicana, la única mujer conocida para esas fechas y con estas investigaciones recientes se han comenzado a conocer más casos de mujeres. Sabemos que en la época de la Revolución había trece mujeres en todo el país, pero no sabemos más de ellas, no sabemos qué hicieron, no sabemos si alguna tomó fotos de la Revolución y de Sara sabemos que tiene una mirada de perspectiva de género, de orientación pero este es un trabajo que hay que construir y será importante”, dijo Villela.
Finalmente resaltó que esa mirada, la de Sara, recoge ese compromiso con la imagen, con profesionalidad y para enfrentarse en situaciones tan difíciles que han seguido otras fotógrafas en otros ámbitos.
El Sur, 17 de julio de 2011
domingo, 17 de julio de 2011
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