viernes, 30 de diciembre de 2011

Don Erasmo Echeverría Barrera

Desde hace 29 años vende combas, cacahuates y huaraches

Vendedor de semillas, un testigo del crecimiento y urbanización de Azueta

Hercilia Castro
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Zihuatanejo, 27 de diciembre. Se sienta paciente con su carretilla en la esquina de las combis que van a la comunidad de Coacoyul. Ahí está don Erasmo Echeverría Barrera, a la espera de que compren sus semillas, tal y como vende desde hace más de 29 años en el puerto.
Echeverría Barrera cuenta que le ha tocado presenciar cómo se construyó el desarrollo turístico de Ixtapa a la par de la urbanización de Zihuatanejo: “A mí me tocó construir los primeros hoteles de Ixtapa, cuando todavía no estaba, ahí anduve de albañil trabajando”.
Originario de Cantón de Guerrero, en el municipio de Ajuchitlán del Progreso, en la región de Tierra Caliente, Echeverría Barrera recuerda que llegó al puerto en busca de trabajo: “yo me vine joven acá, porque en mi tierra no había trabajo, nada de trabajo había, allá trabajaba pasando gente, burros, toros en un barco de madera en el río Balsas. Pasábamos a la gente, ahora ya hay puente, antes no, me gritaban ‘órale guache bájate a darle el golpe al barco’, de eso trabajé”.
Relata que al llegar a Zihuatanejo, no existían calles ni había urbanización, “pura palmera en Zihua, no había nada, todo eran palmeras, la laguna Las Salinas sobrepasaba, era pura agua”.
Expresa que se dedicó a vender semillas porque “hay mucha gente de Tierra Caliente, aquí viene a comprarme las combas, la pipiana, el cacahuate, frijol judío, huamúchil, huaraches que los traigo de Altamirano, pero sale más barato en Tlapehuala… La comba se come con todo, en todo la guisas, hasta tiene un verso:
‘Ajuchitlán de las combas qué comida tan sagrada, con su rama de epazote, que manteca ni que nada’”, recita el vendedor.
Echeverría Barrera expresa que tiene dos hijos a los que sacó adelante con la venta de sus semillas: “yo quise fueran personas diferentes, tengo un doctor y una mujer que se casó, pero les di todo para que fueran mejores que yo”.
Con aspecto agobiado por el sol, Echeverría Barrera recuerda que hace unos años todavía vendía bien, pero lamenta que los turistas ya no abunden y la situación de violencia esté “en todas partes”.
A sus 70 años, el vendedor recuerda cuando no hubo caminos en la región de Tierra Caliente y el boleto en “el chilolo” tuvo precio de siete pesos, “ahora te gastas 130 pesos, 50 para andar en pasaje allá, como sea, 50 son un gasto. Todo subió, sale más caro, todo cuesta y no hay dinero”.
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Consulta en:
http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2011/12/30/index.php?section=sociedad&article=006n2soc

domingo, 18 de diciembre de 2011

En prensa, libro del cuijleño Eduardo Añorve Zapata




“Me parece que el libro Los Hijos del Machomula representa uno de los primeros libros de la Costa Chica que se atreve a sacar a la luz algunas verdades dolorosas que a veces se prefiere olvidar y callar, como la constante persecución que los afrodescendientes han vivido a lo largo de su historia en este país": Beatriz Morales Fabá, experta afrocubana

Los Hijos del Machomula es el título del libro del cuijleño Eduardo Añorve Zapata que se encuentra en un taller de prensa de Chilpancingo, preparándose para salir a la luz en los próximos días, de acuerdo con información recogida por El Faro.

En la contraportada de este libro puede leerse: “A Eduardo Añorve le apasiona el tema de la negritud, al grado de que durante los años de 1999 a 2006 la mayor parte de su trabajo como escritor, periodista y fotógrafo, incluso como poeta, la dedicó a este singular tópico, hasta reunir esta obra que consta de una extensa serie de artículos y un reportaje fotográfico que fueron publicados en diversos diarios y revistas del estado de Guerrero, en las que el autor hace una descripción casi antropológica de la tercera raíz, la afromexicana.

“Los Hijos del Machomula no es un libro entretenido, es un libro interesante en el que, ahora sí, con una narrativa entretenida, que va de lo mero anecdótico al estudio profundo, el autor se vale de los temas más inesperados para contarnos la cultura afromexicana de la Costa Chica y, de modo particular, de Cuajinicuilapa”.
Este libro consta de alrededor de 270 páginas con textos periodísticos de Añorve Zapata, además de otras 16 que se incluyen como separata, en las que se aprecian la misma cantidad de fotografías sobre el baile de los Diablos, en un foto reportaje denominado Ya se van los Diablos.

Además de esa separata, el libro se integra con dos partes de artículos y ensayos sobre el tema de la africanidad en México y, específicamente, de la Costa Chica.

El texto introductorio, con el título de Palabras para los Hijos del Machomula, fue elaborado por la doctora en antropología Beatriz Morales Fabá, experta afrocubana, quien anota: “Me parece que el libro Los Hijos del Machomula representa uno de los primeros libros de la Costa Chica que se atreve a sacar a la luz algunas verdades dolorosas que a veces se prefiere olvidar y callar, como la constante persecución que los afrodescendientes han vivido a lo largo de su historia en este país. Siendo gente muy capaz e inteligente, han sido vistos desde afuera como un grupo que solamente quiere disfrutar la vida”.

La edición del libro estuvo al cuidado del autor y su impresión se costeó haciéndose una preventa del mismo entre personas interesadas en él, y se espera que se encuentre en circulación los primeros días del año 2012.

Por FRANCELIA Jáuregui
Cuajinicuilapa, Gro.



Suplemento vida y Sociedad, en El Faro de la Costa Chica, 16 de diciembre de 2011