sábado, 24 de abril de 2010

Sobre el Chilpancingo de ayer...


En la edición del 15 de noviembre de 2009, EL SOL DE CHILPANCINGO, publicó en la columna SILUETA por Chanssonier, la siguiente información:
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Cuando se agolpan recuerdos
Chanssonier
Un automóvil del servicio público me trasladó de mi domicilio a la redacción de este periódico, en donde hice entrega de mi colaboración. Al entrar al túnel que enlaza las avenidas Juan Álvarez y Vicente Guerrero, recordé que antes de que se construyera esa obra, en el curso del gobierno estatal encabezado por el licenciado Alejandro Cervantes Delgado (1981-1987), la avenida Álvarez que antes llevó el nombre de Himno Nacional y primitivamente de Centenario, concluía al topar con el jardín “Bravo”, desaparecido en el gobierno del médico Raymundo Abarca Alarcón, fusionándolo con el jardín “Cuéllar”, para dar origen a la plaza cívica que hoy conocemos.
La calle Centenario era estrecha, utilizándola poco los automovilistas; eso daba motivo para que los chamacos, sobre todo, jugaran a media calle a las canicas. Esta rúa tenía un disparejo empedrado en la parte céntrica, pero conforme se caminaba hacia el sur era de pura tierra. Hasta 1936, con la Guerrero, formaban parte de la carretera México-Acapulco, la cual pasaba frente al palacio de Gobierno. La administración del gobernador José Inocente Lugo, clausuró la parte correspondiente al palacio de Gobierno, ensanchando el jardín “Bravo”. De venirse procedente de la ciudad de México, los automovilistas entraban por la calle Guerrero; al llegar al centro se semirodeaba el jardín “Cuéllar”, para salir por la calle Mártires del 2 de Mayo hacia Acapulco. Era ésta tan estrecha, que dos autos en contrasentido difícilmente cabían, por lo cual alguno debería recular, para así resolver el problema.
Hasta 1946 donde se levanta el edificio en donde funcionó el Cine Colonial, así como un edificio de productos, corría a cielo abierto la barranca de Apancingo, la cual embovedó don Nicolás Naime. Junto al cine funcionó por algunos años la arena de box y lucha libre “Nicolás Bravo”, que sábado a sábado por las noches, ofrecía al respetable sus funciones en ambos espectáculos. Justo es recordar que “El Colonial” abrió sus puertas con la película “Te sigo esperando”, siendo sus actores principalmente Arturo de Córdoba y Libertad Lamarque; corría entonces el año de 1948.
La calle Mártires del 2 de Mayo terminaba en donde están ahora las oficinas del Seguro Social, que antes fue un huerto propiedad del ex gobernador J. Inocente Lugo, quien lo adquirió de parte del general Alberto F. Berber, también ex gobernador. Años más tarde se estableció más al sur la empresa maderera “R. Sánchez y Compañía”, la que se incendió en 1952. De la barranca de Pezuapa en adelante eran entonces terrenos de siembra de maíz. Esta calle fue ensanchada en 1953 encementándola toda, para ponerle enseguida el nombre de Avenida Alemán, como se le conoce hasta ahora.
La calle Guerrero siempre fue muy transitada, siendo considerada eje de la ciudad; en ella funcionó por más de veinte años el cine Guerrero. Cómo emocionaban a los niños y jóvenes las aventuras de “Tarzán, el hombre mono”, con Johnny Weissmüller y su guapa pareja Maureen O’Sullivan, o bien “King Kong” con la rubia Fey Whirite y el apuesto Bruce Cabot.
Frente a la escuela normal la quieta alameda, en la que por cierto nunca ha existido un álamo que le dé tal nombre. Allá por 1940 en la parte baja, había dos fuentes terminadas en mármol verdoso; al fondo un obelisco y un busto del general Hermenegildo Galeana, que nunca supe a dónde fue a dar luego de ser demolido. En la parte alta estaba una fuente circular.
La calle bien urbanizada terminaba prácticamente a donde estaba una cantina denominada “El Atorón”; de allí en adelante las había diseminadas, hasta llegar a la gasolinera “El Gallito”. En 1941 se construyó más allá una glorieta en donde se colocó la estatua de don José María Morelos y Pavón, la que hoy está en la plaza cívica. Todos estos recuerdos se me agolparon en el rápido viaje, de mi domicilio al del periódico.
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jueves, 22 de abril de 2010

La toma de Acapulco por Morelos

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José María Morelos y la toma de Acapulco
Raúl Alberto González Lezama

Investigador del INEHRM
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A inicios de 1813, la ocupación de la ciudad de Oaxaca por Morelos sumó una importante provincia a la vasta zona de la Nueva España en la que los insurgentes mantenían vivos los ideales de Miguel Hidalgo. Este territorio se extendía desde el istmo de Tehuantepec hasta más allá de las bocas del río Zacatula, a lo largo de la costa del Pacífico, toda la provincia de Oaxaca, y buena parte de la provincia de Puebla, donde Osorno, desde Zacatlán hacía sentir su influencia por la región. Otros más como los Villagrán, Liceaga, Rayón, Verdusco y Cos, eran dueños de todo el sur de las de México y Valladolid. Por su parte, Nicolás Bravo actuando en la provincia de Veracruz, obstaculizaba seriamente la comunicación entre el puerto y las importantes ciudades de Jalapa, Orizaba y Córdoba y salvaguardaba el tránsito con Oaxaca. En la Nueva Galicia y San Luis Potosí, operaban numerosas partidas que no daban descaso a las autoridades virreinales.
Únicamente Acapulco se sustraía al dominio insurgente. Por lo tanto, nada parecía más lógico y útil para la causa que ocupar ese puerto y conquistar con ello el control de las comunicaciones por la costa, con las Filipinas, Centroamérica y Sudamérica. De manera adicional los rebeldes podrían beneficiarse con los ingresos que reportaría el control del comercio local y extranjero.
Además de las razones expresadas, Morelos se encontraba ansioso por poseer el control de un puerto que le permitiera el acceso al exterior, sobre todo porque creía, erróneamente, que las fuerzas de Napoleón Bonaparte ocupaban ya el de Cádiz en la península Ibérica. Por eso, por seguridad, después de conquistado Acapulco, debía de ser tomado Veracruz y así, si los franceses intentaban atacar la Nueva España, estarían en condiciones de hacerles frente y evitar una posible invasión proveniente del Pacífico o del Golfo de México.
La mala información no era un caso extraño en esa época; como ejemplo tenemos lo publicado por la Gazeta de Caracas, que afirmaba que en febrero de ese año, Rayón consiguió entrar en la Ciudad de México y el virrey Venegas había huido refugiándose en el fuerte de Perote donde lo tenía sitiado el general Morelos, cuyo cuartel general se encontraba en Orizaba con 3 000 hombres. Tanta fe daban a aquellas noticias en Sudamérica que se atrevían a afirmar que en la Ciudad de México Rayón había capturado 30 cañones de bronce y 3 000 fusiles. No debe extrañarnos pues, que Morelos estuviera convencido de la necesidad de tomar providencias en contra de un enemigo externo al que creía en posesión absoluta de España. También pesaba en su ánimo la orden recibida de su maestro Miguel Hidalgo quien en la entrevista que sostuvieron en Charo lo comisionó para insurreccionar el sur de Nueva España y apoderarse de Acapulco lo cual no pudo logar en su primer intento.
Decidido a comandar en persona la expedición, Morelos salió de la ciudad de Oaxaca el 9 de febrero; lo acompañaban unos tres mil hombres. Esta fuerza disminuyó, pues en Yanhuitlán dejó a Mariano Matamoros encargado de la seguridad de la región al frente de 1 500 elementos.
Después de numerosas y agotadoras jornadas, el ejército del sur pudo situarse frente a la plaza de Acapulco en la madrugada del 6 de abril. Con unos dos mil hombres y algunas piezas de artillería, pretendía Morelos hacer frente al coronel Pedro Vélez, quien tenía a su favor el fuerte de San Diego, lugar a donde podría replegarse y guarecer sus fuerzas en caso de no poder contener el avance enemigo. Además, contaba con el apoyo de algunos bergantines y otras naves armadas, que desde el mar, protegían el acceso al castillo y estaban en posibilidad de hostilizar las posiciones de los insurgentes en tierra, así como de abastecer de alimentos y municiones a los defensores del fuerte.
Al amanecer inició el ataque de la plaza; los insurgentes dividieron sus fuerzas en tres columnas, la primera comandada por Hermenegildo Galeana, la segunda al mando del teniente coronel Felipe González y la última al frente del brigadier Julián Ávila.
Galeana y sus hombres tras una encarnizada refriega, lograron tomar el cerro de la Iguana, mientras que, por su parte, Ávila con grandes esfuerzos, tomaba la Casa Mata y conquistaba el cerro de la Mira, ambas posiciones de gran importancia cuya pérdida obligó a los realistas a concentrarse en la plaza desde donde ofrecieron una tenaz resistencia.
Morelos estableció su cuartel en el cerro de la Iguana. Durante seis días se realizaron varios intentos de aniquilar al enemigo guarecido en la plaza, pero la artillería realista, muy superior, permitió a los sitiados mantener a raya a los atacantes, incluso en dos ocasiones el cura de Carácuaro estuvo a punto de perder la vida cuando sendas balas de cañón pasaron rozando su cuerpo. Despreciando su seguridad, el caudillo insistió en inspeccionar personalmente las posiciones, y mientras realizaba uno de esos recorridos, se le presentó María Manuela Medina, originaria de Taxco, a quien la Suprema Junta había otorgado el grado de capitana por haber formado una compañía con la que, hasta ese momento, había participado en siete acciones de guerra.
El 10 de abril fue conquistada Caleta y el día 12 Morelos dio la orden de que se ejecutara el asalto final. El combate se extendió a lo largo del día con gran dificultad para los atacantes, puesto que recibían un nutrido fuego proveniente del fuerte de San Diego, del fortín del Padrastro, del Hospital y de dos bergantines que desde el mar hostilizaban a los insurgentes. El general Ávila resultó herido en una pierna y todo parecía indicar que la ofensiva no tendría mayor éxito que las precedentes, sin embargo, una terrible explosión provocada por el incendio de un cajón de pólvora hizo volar las paredes del Hospital. La tropa que lo guarecía se llenó de terror, huyó hacia el fuerte dejando desprotegida la posición y lo mismo hicieron el resto de los defensores de la plaza, que fue tomada por los insurgentes.
Poco después de la puesta de sol del 12 de abril, los sitiadores pudieron tomar control de la plaza. Contrario a lo que había venido ocurriendo, en esa ocasión, tras la victoria, no se vivió la terrible experiencia de que los prisioneros fueran sacrificados, en cambio, la enérgica disposición de Morelos no fue suficiente para contener el saqueo de las casas y comercios de la villa, así como para reprimir las escenas de embriaguez de sus soldados con los frutos de su rapiña en las vinaterías.
Sin duda, fue un triunfo significativo, pero la campaña no había concluido pues, no obstante haber conquistado la villa y el puerto, restaba por reducir la fortaleza de San Diego, y esa labor no fue posible sino hasta el 20 de agosto cuando por fin el coronel Vélez capituló. Años más tarde, en 1816, el derrotado comandante justificó su derrota ante el virrey Apodaca diciendo que “Desde las remotas fronteras del reino de Guatemala, hasta la destrozada provincia de Michoacán, y desde las aguas del Sur por este rumbo, hasta las goteras de la capital, solos 364 soldados y 47 paisanos marineros a mis órdenes, defendían a sangre y fuego el pabellón español y los derechos preciosos del rey benigno que nos manda”.
La campaña consumió seis meses y medio, contando desde la salida de Oaxaca en los primeros días de febrero. En ese tiempo, Félix María Calleja conquistó las posiciones insurgentes en Tlalpujahua, Huichapam y Zimapán, y concentró hombres en las orillas del Mexcala. Las autoridades virreinales lograron reagrupar sus fuerzas y se adoptaron nuevas estrategias contra los rebeldes. De este modo, se perdieron muchas de las ventajas que los insurgentes tenían sobre los realistas.
El tiempo y recursos invertidos en la toma de Acapulco tuvieron a mediano plazo nefastas consecuencias para el movimiento insurgente. Calleja, el general, que sin éxito, intentó derrotar a Morelos en el sitio de Cuautla, asumió el cargo de virrey y supo aprovechar las circunstancias y emplearlas contra los insurgentes. Muchos autores coinciden en juzgar la campaña sobre Acapulco como una decisión equivocada del Siervo de la Nación que a la larga provocaría la decadencia de su movimiento, pero hay que considerar que Morelos contaba con mala información y tomó una decisión basada en una imagen distorsionada de lo que ocurría, especialmente en Europa.
José María Morelos se encontraba convencido de que la toma de Acapulco aportaría tantos beneficios a la causa —sobre todo de índole estratégica—, que permitiría al movimiento revolucionario iniciar su transformación con miras de constituirse en una nación independiente. Por esa razón, el 28 de junio desde el mismo puerto, un mes antes de haber rendido el fuerte de San Diego, el cura declaró:
“Habiendo ya la Divina Providencia proporcionado un terreno seguro y capaz de plantear en él algún gobierno, debemos comenzar por el prometido en plan de nuestra santa insurrección, que es el de formar un Congreso, compuesto de representantes de las provincias que promuevan sus derechos”.
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Consultado en:
http://www.inehrm.gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=exp-toma-de-acapulco-articulo

miércoles, 21 de abril de 2010

Zapatistas en Guerrero


En la edición del 11 de abril de 2010, LA JORNADA GUERRERO publicó la siguiente nota:
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Zapatistas en Buenavista de Cuéllar, Guerrero
Sergio Lugo
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Zapata junto con Villa y Ricardo Flores Magón, representan para mí lo más esencial de la Revolución Mexicana. Emiliano Zapata murió asesinado el 10 de abril de 1919, se cree que por órdenes de Carranza. Para contribuir al debate sobre el zapatismo, presento una versión negativa sobre esos revolucionarios contada por gente del municipio de Buenavista de Cuéllar, Guerrero. A la conclusión que llego es que los zapatistas que mencionan eran personas que no siguieron el ideario de Zapata en cuanto a justicia y libertad, sino del bandidaje como el general Pedro Saavedra y el coronel Julio Pineda.
Me baso en el relato titulado Epopeya escrito por José Figueroa Ayala, quien nació en los Amates, Guerrero. Él contaba con 17 años cuando comenzó el conflicto entre Buenavista y los zapatistas, participó en el movimiento armado desde el 30 de abril de 1917 al 10 de enero de 1918. Posteriormente se dedicó a la minería. Él ya falleció por lo que su hija Eva Figueroa Velasco me hizo llegar dicho documento.
También me valgo del libro Historia de Buenavista de Cuéllar, escrito por Héctor I. Arizmendi Nieto. El texto no tiene la fecha de su publicación ni la editorial, pero leyendo su presentación, al parecer salió en 2002.
Buenavista de Cuéllar colinda con Iguala, Huitzuco, Taxco y Morelos. Fue fundada el 30 de mayor de 1720 por familias españolas y cristianas. Se caracteriza por su bello paisaje y la hermosura de sus mujeres.
Cuenta José Figueroa que en enero de 1917 por órdenes de Carranza, entonces presidente de México, sus tropas salieron de Guerrero, por lo que los zapatistas se apoderaron de Buenavista, bajo las órdenes del general Pedro Saavedra, apodado el “barbas de oro” quedando como jefe de esa plaza el coronel Julio Pineda. Ellos le exigieron a Buenavista un pedido de doscientas cargas de maíz y diez yuntas, si no cumplían se llevarían a la fuerza a diez mujeres.
Arizmendi informa que por esas razones se reunieron el 10 de abril de 1917 en Tenaño, Ambrosio Velasco, Miguel Figueroa y cuatro más. El general Saavedra ordenó al coronel Pineda que fusilara a 10 personas si no cumplían con su pedido. La noche del 29 de abril se atrincheró todo el pueblo para esperar a los zapatistas puesto que la mañana siguiente era el día de entrega del pedido. Fue nombrado Gabriel Velasco jefe de la lucha de Buenavista.
José Figueroa narra arduamente la batalla entre el pueblo y los zapatistas a lo que él llamó el “día glorioso del 30 de abril”, donde fueron derrotados los zapatistas y fusilado el general Palacios. Ese día lo festeja el municipio.
Continuando con el relato, el pueblo pidió ayuda al presidente Carranza, él decidió ayudarlos. Por los rumbos de Iguala, andaba huyendo el general ex zapatista Lorenzo Vázquez, puesto que tenía diferencias con Emiliano Zapato. Viendo la situación de Buenavista, el general Vázquez quiso aprovecharse de ellos. El 4 de mayo, cerca de ahí, otro general zapatista llamado Victoriano Bárcenas, habló con Melesio Aranda y varios más de Buenavista, ellos le explicaron que estaban armados debido a la crueldad del general Saavedra. En Buenavista el general Bárcenas les dijo que para que Emiliano Zapata les creyera que no eran carrancistas, le remitieran vivo o muerto al general Vázquez, ya que el zapatista creía que estaban con el disidente. Bárcenas le regaló un caballo a Gabriel Velasco y ofreció no molestarlos, cosa que cumplió.
Mientras tanto al percatarse la gente de Buenavista que el general Vázquez los iba a traicionar, lo tomaron preso pero como éste se resistió lo mataron. Le mandaron el cadáver a Zapata en Tlaltizapan, Morelos, quien lo mandó colgar por traidor.
El 10 de mayo Emiliano Zapata en la hacienda de Santa Fe, habló con unos ancianos de Buenavista, ellos le explicaron los motivos de su levantamiento. Zapata accedió y puso al mando de ese poblado al general Benigno Abúndes, a quien José Figueroa consideró como “hombre honrado y de buen corazón”. El 5 de junio se enteraron que el general Silvestre Mariscal de parte del gobierno, estaba en Iguala para auxiliar a Buenavista, por lo que Melesio Aranda, Filiberto Figueroa y Faustino Trujillo le mandaron un mensaje y mezcal al general Benigno Abúndez en el que le agradecían su protección y le pedían que abandonara su pueblo, él aceptó.
El general Mariscal ascendió a su ejército constitucionalista a Gabriel Velasco como capitán, Ezequiel Velasco y Miguel Román como capitanes primeros, entre otros. Unos más no recibieron ningún pago. Todos ellos se enfrentaron al general Saavedra que seguía cometiendo brutalidades.
La batalla final fue el 10 de enero de 1918 en la que el pueblo de Buenavista junto con carrancistas, derrotaron a los zapatistas, esta epopeya también la narra detalladamente José Figueroa. A partir de esa fecha los zapatistas se fueron alejando de Buenavista, Guerrero.
http://redsocialclub.blogspot.com
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Puede consultarse en:
http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2010/04/10/index.php?section=opinion&article=002a1soc

martes, 20 de abril de 2010

Sobre el huracán Tara, en 1961

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47 años de su paso
El Tara se llevó a 500 en la Costa Grande
RODOLFO VALADEZ LUVIANO (Corresponsal)
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Tecpan, 11 de noviembre. “La noche del 10 de noviembre de 1961, comenzó a llover, era una lluvia leve y la brisa que la acompañaba jamás la habíamos sentido”, recordó Raumel Mena, habitante de la comunidad de Nuxco y sobreviviente del paso del ciclón Tara, recordado como el más agresivo de la historia de la Costa Grande, que hace 47 años ocasionó la muerte de 500 personas y desapareció 70 por ciento del poblado.
Quien fuera comisario de la comunidad donde vive desde hace 60 años, narró que la madrugada del 11 de noviembre de 1961, el viento aceleró su paso a menos velocidad que la lluvia que se intensificó aún más, “cada vez llovía más y más, así fue toda la noche y hasta las primeras horas de la mañana”.
De pronto –exclamó– el arroyo de la comunidad, normalmente inofensivo y con poco agua, comenzó a subir su nivel hasta desbordarse sobre la población y arrasar con casas, gente y animales, “pocos sobrevivimos”.
“Yo tenía 20 años, y dormía en la casa con mis padres, jamás nos dimos cuenta cuando el arroyo, que pasaba cerca de la casa se comenzó a salir, entró y arrastró todo cuanto podía, así lo sentí pues me aferré a un horcón de la casa y podía sentir como debajo de mi pasaban animales, basura y manos humanas que intentaban agarrarse, fue inolvidablemente trágico”, remembró Raumel Mena.
Visiblemente triste, bajó la cabeza y contó cómo la creciente se llevó a sus padres y a su único hermano, “jamás supe dónde quedaron, al igual que los que por suerte logramos salir con vida del paso de aquel huracán”.
Al secar sus ojos, continuó: “una de las más dañadas fue sin duda Tecpan. Ahí el río se desbordó e incluso partió por la mitad el puente de la carretera y mató mucha gente”.
Reconoció que en general los daños fueron mayores en este municipio, “en Tenexpa también las casas del barrio de la Cahuayana, cercano al río se perdieron todas”.
Cuando todo pasó, la cabecera municipal estaba incomunicada y sólo por avión podían llegar los víveres. Reconoció la intervención del Ejército en las labores de ayuda y rescate.
“Hoy, afortunadamente existen cuerpos de auxilio como Protección Civil o Cruz Roja y los sistemas de detección y prevención de fenómenos meteorológicos ayudan a salvar muchas vidas, cosas que en aquel tiempo ni siquiera sabíamos que existían”, finalizó.
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Puede consultarse en: