miércoles, 22 de febrero de 2012

Con golpes celebran zitlaltecos el martes de carnaval

Como parte de una tradición, cientos de habitantes llegaron a batirse en duelo, entre ellos niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, así como mujeres

Jonathan Cuevas/API/Zitlala

Con olor a sudor, bañados en sangre, los puños vendados y vestidos de mujeres, cientos de zitlaltecos celebran el martes de carnaval y la defensa que hicieron en los tiempos de la gran Tenochtitlan, para proteger a sus mujeres golpeando a quienes venían a cobrar tributos.

Un martes de carnaval en Zitlala
Por la mañana, decenas de hombres y mujeres llegan a postrarse frente a San Nicolás en la iglesia central de la cabecera municipal. San Nicolás es el santo patrono de la comunidad de Zitlala y los peleadores (de todas las edades) llegan hasta él para pedirle que los proteja durante sus combates.

Quienes están deseosos de pelear llegan a la plaza central desde las 2 de la tarde, mientras que cientos de espectadores se reúnen para ver las peleas.

A las tres en punto empiezan los combates, y se retan unos a otros por el simple hecho de querer pelear para seguir su tradición y recordar una defensa ancestral que se hizo en Zitlala.

Varios llegan vestidos de mujeres justo como lo hicieron los hombres de aquellos tiempos. Otros más modernos y olvidándose de las vestimentas femeninas, simplemente traen ropa casual puesta.

Algunos más se visten de luchadores, o simplemente se ponen una máscara de su peleador favorito; en muchos de los casos se trata de caretas de espectaculares representantes de la lucha libre nacional o extranjera.

Algunos utilizan pañuelos o pasamontañas para cubrirse el rostro, pues según lo marca la tradición, era necesario hacerlo, lo que en muchos casos ya no se toma en cuenta.

Otros se vendan rodillas y brazos, pero principalmente los puños; por supuesto se cubren de esta manera quienes ya tienen cierta experiencia en combates, mientras que la gran mayoría lucha sin protección alguna.

Las reglas para los combatientes son claras; se debe pelear a puño limpio y sin patadas; también está prohibido utilizar cualquier tipo de arma.

Quien reta sólo señala con el dedo índice al que quiere como rival; quien es retado tiene el derecho a aceptar o rechazar el duelo. En su gran mayoría, los combates son aceptados.

Pierde quien opta por rendirse simplemente diciendo la frase “ya estuvo”. También puede decretar un ganador el réferi del combate. Así mismo pierde quien no puede continuar con la pelea porque está muy golpeado.

El tiempo en combate varía; en algunos casos hay rivales débiles que antes de los cinco minutos y tras haber dado y recibido escasos golpes, optan por retirarse. Otros más se baten en duelo hasta más no poder. Los ganadores y perdedores pueden seguir retando a otros contrincantes.

Aunque no lo marca así la historia de Zitlala, hoy en día pelean mujeres y niños, también alguno que otro anciano que empapado de adrenalina pelea en defensa de su honor y orgullo.

Ayer se llevó a cabo este poco común ritual en el municipio de Zitlala, donde cientos de habitantes llegaron a batirse en duelo. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, así como mujeres de diferentes edades derramaron sangre recordando un gesto que para Zitlala fue heroico.

Para las 4 de la tarde ya el olor a sudor embargaba toda la plaza; manchas de sangre teñían poco a poco el suelo y los rings de pelea hechos por cercos humanos en forma de círculos.

A las 6 de la tarde el alcohol había derribado ya a más hombres que las propias peleas; mientras el alcalde Marcelo Tecolapa Tixteco despedía a sus invitados de honor y se regocijaba con algunas copas de mezcal y licor.

A las 7 de la noche, ya el suelo tenía en un 60 por ciento el color rojo de sangre humana, mientras que los peleadores continuaban sus disputas, algunos aprovechando el rencor que llevaban, para desahogarse.

Al final de la noche, cientos de peleadores mostraban huellas de su valentía por todo el cuerpo. Algunos derramaban sangre intensamente mientras que otros escondían los golpes de su rostro bajos máscaras y pañuelos. Todo el pueblo se alistaba ya para terminar la fiesta y salir al día siguiente que sería el tradicional miércoles de ceniza, donde se reconcilia el pueblo.

Periódico Pueblo Guerrero, 21 de febrero de 2012

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