Un secuestro escandaloso: Rubén Figueroa
Carlos Silva Cázares
.Cuentan que don Rubén gustaba de asistir con frecuencia a los “desayunos políticos” en el hotel Diplomático. Acostumbraba hacer entradas espectaculares. A su llegada, con por lo menos de una decena de acompañantes, desde los elevadores, vociferaba en busca de los “miaderos”.
Durante el desayuno, regularmente acompañado por Tomás Aguirre, dueño del hotel, Rubén Figueroa disfrutaba de contar anécdotas, sobre todo del momento en que fue secuestrado por Lucio Cabañas en 1974. “¿Secuestro, cual secuestro?, no hubo tal” -comentaba, entre cucharada y cucharada de la calabaza con leche que gustaba desayunar. “Eso del secuestro -continuaba- nosotros lo inventamos. La verdad es que como andaba en campaña para la gubernatura del estado, me fui a Houston para bajar de peso y entrar en buena forma”.
Cierto o no, las versiones oficiales señalan que el último día de mayo de 1974, Rubén Figueroa, candidato del PRI al gobierno de Guerrero, y varios colaboradores se internaron en la serranía para reunirse con Lucio Cabañas. Después de un vuelo y de un recorrido por caminos de terracería y brechas a bordo de una combi roja con moños, tal cual lo había exigido el propio guerrillero, la comitiva se fue internando en la sierra hasta el encuentro de la primera señal. Un hombre con una rama verde en la mano, sería quien los guiaría al encuentro. Sabás o Sixto Huerta, “hombre de las confianzas del profesor Cabañas”, se encargó de conducir a Figueroa y demás acompañantes hasta donde Lucio los encontraría.
El último grupo de guerrilleros con que se toparon, armados todos con M-2 y rifles Falk, se encargaron de despojar a la comitiva de sus armas, de ese modo –recordaba Figueroa- “recibí la primera comprobación de que yo estaba secuestrado”. Las primeras palabras de Lucio para Figueroa fueron de justificación: “Señor senador, venía muy preocupado porque por radio me estaban informando que usted estaba impaciente. Pero qué hacer. Tengo tres días y tres noches caminando para esta cita. No pude más que acelerar el paso y aquí me tiene a sus órdenes”.
La angustia de su encuentro comenzó a evidenciarse pues la oscuridad de la selva les impedía verse el rostro. Entonces Lucio tomó la iniciativa. Con una lámpara eléctrica, ilumino la cara de Figueroa, quien al sentirse “lampareado”, arrebató una linterna a uno de los guerrilleros y ejecutó la misma acción. El momento terminó con un apretón de manos.
Las pláticas de pacificación, como le llamaba Figueroa al encuentro con Cabañas, se fueron realizando al paso de los días. Siempre caminando de un lado a otro sin permanecer en una posición fija. Se alimentaban de carne de res, tortillas y caldo o algunas otras veces de venado. Figueroa recuerda que al encuentro con el guerrillero portaba veinte mil pesos, los cuales fue entregando poco a poco para la compra de comestibles.
Las discusiones entre Figueroa, Cabañas y algunos otros miembros del grupo guerrillero giraban, principalmente en torno al retiro de las tropas militares del estado de Guerrero y a la liberación de los presos políticos de las distintas cárceles del país. Sin embargo, nunca se logró acuerdo alguno. Y mucho menos, cuando el propio Figueroa confirmó, al paso de los días, que se encontraba secuestrado.
El propio candidato, recuerda, que Cabañas negó que sus intenciones fueran las de secuestrarlo. Sin embargo, concluye: “la situación se le fue de las manos, sobre todo cuando comenzó a presionar sin ver que podría obtener algo, en cosas que no estaban en mis manos resolver”. Al verse sin salida, Figueroa comenzó, entonces, a negociar la salida de sus acompañantes, a cambio de su propia vida: “dame la opción de morirme, fusílame. No creas que tengo miedo a la muerte”.
Cabañas hizo caso omiso de la petición de Figueroa, incluso cuando le propuso, como última salida, que llevara a la institucionalización sus políticas e ideologías, a través del Partido de los Pobres, que el propio Lucio encabezaba. Ante la negativa rotunda del jefe guerrillero, y al paso de las semanas, el encuentro que comenzó como una salida a la crisis social y política comenzó a descomponerse. Incluso el propio Figueroa intentó en dos ocasiones fugarse en busca de ayuda.
Para los primeros días de septiembre, casi tres meses después de que Figueroa se internó en la sierra para encontrarse con Cabañas, el gobierno comenzó buscar formalmente al senador. Aeroplanos del ejército mexicano sobrevolaban la zona, hasta que el día 8 se escuchó el estruendo de un bazucazo. El contingente que avanzaba, guerrilleros y prisioneros, conformado por aproximadamente 48 personas, se disolvió ocultándose tras piedras y matorrales. Los rebeldes contestaron con disparos aislados de metralletas.
Ante la confusión, Figueroa recuerda, que escuchaba gritos desesperados, alertando a Sabás, para que los liquidara. Los gritos de auxilio fueron escuchados por un grupo de soldados del ejército federal. En su camino encontraron a Sabás, apunto de matar a la señora Brito, quien trataba de convencer al guerrillero que no la asesinaran que ella era una prisionera. Sabás fue muerto de un balazo en el cuello y Figueroa y demás acompañantes fueron rescatados por el ejército. En su trayecto hacia el campamento don Rubén gritaba: “Viva Luis Echeverría, gusanos hijos de la chingada” y, desesperado, exigía un arma para batir a los enemigos.
El rescate de Figueroa se consumó la tarde del 8 de septiembre de 1974. Desde ese punto, el presidente Echeverría y el Secretario de la Defensa, Hermenegildo Cuenca Díaz (Pinochet-Cuenca o la bestia verde como le llamaban los guerrilleros), fueron avisados del éxito de la operación. Sin embargo, la guerrilla no fue liquidada con el rescate, aunque quedó herida de muerte. Para los últimos días de noviembre de ese año, a través uno de los últimos partes de Lucio Cabañas, el guerrillero invitaba a la gente del estado a no votar por Figueroa en las elecciones que se realizarían el primero de diciembre, reseñando en él, “10 acciones que se juzgan victoriosas”. Pero el resultado fue otro. Rubén Figueroa ganó en los comicios y unos días después se dio a conocer la noticia de la muerte del guerrillero.
Siete años duró la guerrilla en la Sierra guerrerense y no bastaron ni quince minutos ni tres meses de secuestro a Rubén Figueroa para solucionarla. En los desayunos “políticos del Diplomático”, Figueroa confesaba que mucho tiempo después de la muerte de Cabañas, seguía entregando una cantidad económica a la madre de Lucio y a su hermano para su manutención.
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Consulta en:
http://bicentenario.com.mx/?p=18945
Gracias por tomarse el tiempo de subir esta historia .
ResponderEliminarExcelente Historia
ResponderEliminarQue historias tan interesantes y me imagino que al igual que yo hay mucha gente que las desconoce.Gracias por publicar estas histirias.
ResponderEliminarQue saben de que segun este tipejo de Figueroa violo ala viuda de Lucio Cabañas?
ResponderEliminarLes recomiendo que lean "Guerra en el Paraíso" de Carlos Montemayor
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